Marabú es un término que puede referirse a un ave zancuda carroñera de África y Asia, de pico enorme y cuyo cuello, desprovisto de plumas, queda medio hundido entre las alas; o bien, como en este caso, a una planta arbustiva espinosa africana de la familia de las leguminosas, de la tribu Mimosaceae que en cuba es una plaga y recibe este nombre común, por tanto los marabuzales son el colectivo de marabúes.
Esta especie nativa del sur de África, originaria del desierto de Kalahari, también existe en la India, Sur de Tailandia, Malasia, norte de Australia, tiene el nombre binomial-nombre científico asignado a una especie, formado por el nombre de género y el epíteto- Dichrostachys cinerea (L), siendo introducida en América, en el sur de Estados Unidos, La Española y en las islas francesas de Guadalupe, María Galante y Martinica, recibiendo los nombres comunes de aroma francesa, aroma blanca, espina del diablo y Weyler. En Cuba, que se comporta como una especie indeseable e invasora-porque perjudica ecosistemas naturales-se le conoce como marabú o aroma; para infortunio del país antillano, se ha convertido en la planta que más ha proliferado en los últimos 150 años.
El nombre de marabú se deriva de la palabra árabe marabut, que en este idioma significa maldito; es un arbusto o árbol pequeño que alcanza por lo común alturas máximas de 4 a 5 metros-pero en suelos propicios alcanza hasta 10 metros-; sus troncos, de corteza gris, son bastantes tortuosos, con numerosas ramificaciones gruesas y finas, muy espinosas que suelen formar entramados impenetrables. Hojas bipinnadas de 8 a 12 centímetros de largo, inflorescencias de 4 a 5 centímetros, con flores masculinas rosadas y hermafroditas amarillas. Produce legumbres de 3 a 5 centímetros y semillas obovales-forma semejante al huevo- de 6 a 10 por legumbre.
Esta especie, altamente invasora en lugares abiertos y soleados, porque no tiene en Cuba las plagas y enfermedades que frenan su desarrollo en sus lugares de origen, que es capaz de tolerar suelos diversos y la sequía extrema, por sus abundantes espinas, la dureza de sus tallos y a la proliferación por retoños radicales, se introdujo a mediados del siglo XIX, como planta ornamental de jardín, al parecer desde la provincia de Camagüey, comenzando su expansión al resto de las provincias a lo largo de las principales vías de comunicación, formando tupidas espesuras, que son los marabuzales. Otra versión señala que lotes de vacunos, provenientes de Sudamérica, con semillas en su interior, fueron los responsables del inicio de la plaga, germinando cerca de los puertos donde desembarcaron y en los caminos por donde transitaron, dando inicio a los primeros marabuzales. Su presencia ha llegado hasta los bordes de las pistas de aeropuertos, áreas deportivas, cementerios, espacios debajo de tendidos eléctricos y telefónicos, orillas de carreteras, caminos y ferrocarriles, riberas de ríos, presas y espacios subutilizados de fábricas.
Los suelos más fértiles y la gran humedad del trópico fueron factores que contribuyeron a su rápida propagación, el mal manejo por la acción humana, ha llevado a que toda la Isla esté ocupada por este flagelo, calculando que mas de un millón de hectáreas, muchas de ellas de las mejores tierras de Cuba, se encuentran invadidas-(10%.del territorio cubano, 18% de las tierras agropecuarias y 56% de las áreas ganaderas)-.Muchos lugares han sido ocupados abrumadoramente por el marabú, perdiendo sus formaciones vegetales nativas y creando un problema muy difícil de eliminar.
La expansiva distribución se debe a que el ganado consume sus legumbres y disemina sus semillas con las deyecciones. Las semillas, por su cubierta muy dura que sufre un lento proceso de escarificación, lo cual le permite una germinación del 3%, pero al ser ingerida por el ganado esta capa es dañada por los ácidos del tracto digestivo, lo que posibilita hasta un ciento por ciento de germinación. Una vez establecido el marabú, se expande y resulta muy difícil de erradicar porque sus largas raíces son capaces de originar numerosos retoños dondequiera que emerjan a la superficie del suelo. Su corte o quema contribuye a aumentar el número de retoños y su semilla poliembrionaria le permite dar hasta tres plantas por cada una; su sistema radicular es profundo, y se plantea que crece más hacia abajo que hacia arriba, lo cual le permite adaptarse a cualquier tipo de suelo, y en sequía solo pierde su follaje.
Conocido por su follaje cerrado y espinoso es capaz de formar una auténtica muralla verde, su veloz propagación es asombrosa, desde 1990 se extiende, solo en tierras ganaderas, a un ritmo de más de cien mil hectáreas anuales. La invasión marabucera arribó del brazo del crack del ganado cubano, por la existencia de un rebaño vacuno solo apto para alimentarse de piensos importados, con perdidas de hasta 45% del rebaño en algunos bastiones lecheros del país.
Su capacidad de sobrevivencia ubica al marabú entre los vegetales más perdurables, pues puede propagarse mediante cualquier fragmento ya sea tronco, hojas, espinas, raíces, corteza, estructuras quemadas o enterradas y su semilla en extremo dura, resiste al tracto digestivo de los animales, que con sus excretas la abonan, añadiendo su poder de germinación de hasta 50 años. El marabú nacerá donde haya condiciones de humedad, alta temperatura y luz, no hay suelo en toda Cuba que se le resista.
Entre 2000 y 2004 descendió el número de plantas gracias al Programa Integral para la Eliminación de Plantas Leñosas Indeseables y quizá también, debido a la intensa sequía; pero a partir de 2005, con la reanudación de las lluvias y la disminución de recursos para combatirla, se incrementó la infestación en un 20%. Aunque se elimine el marabú, hay reservas de semilla hasta para cincuenta años.
Entre los métodos de control está el uso de herbicidas, que resulta efectivo pero es muy costoso y contaminante; el control por corte requiere trabajo intensivo y continuo que solo es posible para las pequeñas áreas; el control con maquinaria resulta difícil cuando los troncos han engrosado y el desbroce afecta el suelo y no impide el rebrote. El chapeo de los marabuzales puede ser manual o mecánico, pero depende de la disponibilidad de recursos, representando un gran riesgo chapear el campo y luego abandonarlo.
El marabú no tolera los encharcamientos permanentes, por lo que la inundación es un método de control en terrenos llanos; no prolifera con sombra por lo que el desarrollo forestal con otras especies altas y frondosas que lo cubran es otra alternativa de combate. Los especialistas agrícolas aconsejan la siembra de maíz, enemigo jurado de la espinosa, y que puede dar hasta tres cosechas anuales, y otros como el frijol, el boniato y los forrajes pueden servir para recuperar las tierras infestadas. El mejor aliado de la plaga ha sido el ser humano por sus manejos incorrectos, por ejemplo la no cuarentena de las reses, encerrando de tres a cinco días al ganado, para que evacuen las semillas y la falta de cercado de los potreros.
Ni el corte manual ni el mecanizado, ni la época del año en que se realice esta actividad, ni la fase lunar escogida, ni la quema, y ni siquiera los procedimientos utilizados para su destrucción, han tenido efecto positivo. Para controlar la planta se necesita constancia, organización y disciplina. La erradicación del marabú resulta tan trabajosa y costosa que muy a menudo las tierras invadidas son abandonadas por los productores.
A pesar de su enorme impacto ambiental negativo el marabú protege grandes áreas de suelos desprovistos de vegetación natural contra la erosión, sobre todo en las franjas hidroreguladoras de las cuencas pluviales. Dos caminos pudieran disminuir el problema: Uno la posibilidad de control biológico por plagas específicas de insectos y enfermedades micóticas y Dos, mediante el uso comercial e industrial del Marabú, por ejemplo utilizando el follaje como alimento del ganado ovino-caprino; como potencial reserva de carbón vegetal-ya se exporta a Italia-; como suministrador biológico que fija el nitrógeno al suelo; empleando el follaje en la fabricación de biogás a base de cisternas de fermentación para la obtención del metano-para combustible doméstico e industrial-; en la elaboración de mueblería artesanal-como en la provincia Las Tunas-; el cultivo temporal de frijoles, boniato, caña o maíz y el uso medicinal como antiséptico, astringente y vermífugo.
Esta especie nativa del sur de África, originaria del desierto de Kalahari, también existe en la India, Sur de Tailandia, Malasia, norte de Australia, tiene el nombre binomial-nombre científico asignado a una especie, formado por el nombre de género y el epíteto- Dichrostachys cinerea (L), siendo introducida en América, en el sur de Estados Unidos, La Española y en las islas francesas de Guadalupe, María Galante y Martinica, recibiendo los nombres comunes de aroma francesa, aroma blanca, espina del diablo y Weyler. En Cuba, que se comporta como una especie indeseable e invasora-porque perjudica ecosistemas naturales-se le conoce como marabú o aroma; para infortunio del país antillano, se ha convertido en la planta que más ha proliferado en los últimos 150 años.
El nombre de marabú se deriva de la palabra árabe marabut, que en este idioma significa maldito; es un arbusto o árbol pequeño que alcanza por lo común alturas máximas de 4 a 5 metros-pero en suelos propicios alcanza hasta 10 metros-; sus troncos, de corteza gris, son bastantes tortuosos, con numerosas ramificaciones gruesas y finas, muy espinosas que suelen formar entramados impenetrables. Hojas bipinnadas de 8 a 12 centímetros de largo, inflorescencias de 4 a 5 centímetros, con flores masculinas rosadas y hermafroditas amarillas. Produce legumbres de 3 a 5 centímetros y semillas obovales-forma semejante al huevo- de 6 a 10 por legumbre.
Esta especie, altamente invasora en lugares abiertos y soleados, porque no tiene en Cuba las plagas y enfermedades que frenan su desarrollo en sus lugares de origen, que es capaz de tolerar suelos diversos y la sequía extrema, por sus abundantes espinas, la dureza de sus tallos y a la proliferación por retoños radicales, se introdujo a mediados del siglo XIX, como planta ornamental de jardín, al parecer desde la provincia de Camagüey, comenzando su expansión al resto de las provincias a lo largo de las principales vías de comunicación, formando tupidas espesuras, que son los marabuzales. Otra versión señala que lotes de vacunos, provenientes de Sudamérica, con semillas en su interior, fueron los responsables del inicio de la plaga, germinando cerca de los puertos donde desembarcaron y en los caminos por donde transitaron, dando inicio a los primeros marabuzales. Su presencia ha llegado hasta los bordes de las pistas de aeropuertos, áreas deportivas, cementerios, espacios debajo de tendidos eléctricos y telefónicos, orillas de carreteras, caminos y ferrocarriles, riberas de ríos, presas y espacios subutilizados de fábricas.
Los suelos más fértiles y la gran humedad del trópico fueron factores que contribuyeron a su rápida propagación, el mal manejo por la acción humana, ha llevado a que toda la Isla esté ocupada por este flagelo, calculando que mas de un millón de hectáreas, muchas de ellas de las mejores tierras de Cuba, se encuentran invadidas-(10%.del territorio cubano, 18% de las tierras agropecuarias y 56% de las áreas ganaderas)-.Muchos lugares han sido ocupados abrumadoramente por el marabú, perdiendo sus formaciones vegetales nativas y creando un problema muy difícil de eliminar.
La expansiva distribución se debe a que el ganado consume sus legumbres y disemina sus semillas con las deyecciones. Las semillas, por su cubierta muy dura que sufre un lento proceso de escarificación, lo cual le permite una germinación del 3%, pero al ser ingerida por el ganado esta capa es dañada por los ácidos del tracto digestivo, lo que posibilita hasta un ciento por ciento de germinación. Una vez establecido el marabú, se expande y resulta muy difícil de erradicar porque sus largas raíces son capaces de originar numerosos retoños dondequiera que emerjan a la superficie del suelo. Su corte o quema contribuye a aumentar el número de retoños y su semilla poliembrionaria le permite dar hasta tres plantas por cada una; su sistema radicular es profundo, y se plantea que crece más hacia abajo que hacia arriba, lo cual le permite adaptarse a cualquier tipo de suelo, y en sequía solo pierde su follaje.
Conocido por su follaje cerrado y espinoso es capaz de formar una auténtica muralla verde, su veloz propagación es asombrosa, desde 1990 se extiende, solo en tierras ganaderas, a un ritmo de más de cien mil hectáreas anuales. La invasión marabucera arribó del brazo del crack del ganado cubano, por la existencia de un rebaño vacuno solo apto para alimentarse de piensos importados, con perdidas de hasta 45% del rebaño en algunos bastiones lecheros del país.
Su capacidad de sobrevivencia ubica al marabú entre los vegetales más perdurables, pues puede propagarse mediante cualquier fragmento ya sea tronco, hojas, espinas, raíces, corteza, estructuras quemadas o enterradas y su semilla en extremo dura, resiste al tracto digestivo de los animales, que con sus excretas la abonan, añadiendo su poder de germinación de hasta 50 años. El marabú nacerá donde haya condiciones de humedad, alta temperatura y luz, no hay suelo en toda Cuba que se le resista.
Entre 2000 y 2004 descendió el número de plantas gracias al Programa Integral para la Eliminación de Plantas Leñosas Indeseables y quizá también, debido a la intensa sequía; pero a partir de 2005, con la reanudación de las lluvias y la disminución de recursos para combatirla, se incrementó la infestación en un 20%. Aunque se elimine el marabú, hay reservas de semilla hasta para cincuenta años.
Entre los métodos de control está el uso de herbicidas, que resulta efectivo pero es muy costoso y contaminante; el control por corte requiere trabajo intensivo y continuo que solo es posible para las pequeñas áreas; el control con maquinaria resulta difícil cuando los troncos han engrosado y el desbroce afecta el suelo y no impide el rebrote. El chapeo de los marabuzales puede ser manual o mecánico, pero depende de la disponibilidad de recursos, representando un gran riesgo chapear el campo y luego abandonarlo.
El marabú no tolera los encharcamientos permanentes, por lo que la inundación es un método de control en terrenos llanos; no prolifera con sombra por lo que el desarrollo forestal con otras especies altas y frondosas que lo cubran es otra alternativa de combate. Los especialistas agrícolas aconsejan la siembra de maíz, enemigo jurado de la espinosa, y que puede dar hasta tres cosechas anuales, y otros como el frijol, el boniato y los forrajes pueden servir para recuperar las tierras infestadas. El mejor aliado de la plaga ha sido el ser humano por sus manejos incorrectos, por ejemplo la no cuarentena de las reses, encerrando de tres a cinco días al ganado, para que evacuen las semillas y la falta de cercado de los potreros.
Ni el corte manual ni el mecanizado, ni la época del año en que se realice esta actividad, ni la fase lunar escogida, ni la quema, y ni siquiera los procedimientos utilizados para su destrucción, han tenido efecto positivo. Para controlar la planta se necesita constancia, organización y disciplina. La erradicación del marabú resulta tan trabajosa y costosa que muy a menudo las tierras invadidas son abandonadas por los productores.
A pesar de su enorme impacto ambiental negativo el marabú protege grandes áreas de suelos desprovistos de vegetación natural contra la erosión, sobre todo en las franjas hidroreguladoras de las cuencas pluviales. Dos caminos pudieran disminuir el problema: Uno la posibilidad de control biológico por plagas específicas de insectos y enfermedades micóticas y Dos, mediante el uso comercial e industrial del Marabú, por ejemplo utilizando el follaje como alimento del ganado ovino-caprino; como potencial reserva de carbón vegetal-ya se exporta a Italia-; como suministrador biológico que fija el nitrógeno al suelo; empleando el follaje en la fabricación de biogás a base de cisternas de fermentación para la obtención del metano-para combustible doméstico e industrial-; en la elaboración de mueblería artesanal-como en la provincia Las Tunas-; el cultivo temporal de frijoles, boniato, caña o maíz y el uso medicinal como antiséptico, astringente y vermífugo.