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Hijo de un portugués y de una brasileña, cuarto de siete hermanos, nació en el seno de una familia humilde en 1746 en el Distrito de Pombal, cercano al poblado de Santa Rita do Rio Abaixo, municipio de São José del Rey en Minas Gerais, queda huérfano de padre y madre antes de cumplir los diez años. Recibe solo instrucción elemental, ejerce diversos oficios, se dedica al comercio, pero no prospera; militar, minero, activista político y especialmente dentista, de donde le viene el apelativo de Tiradentes o Sacamuelas.
No estudió de manera formal, sino que a la muerte de sus padres se puso bajo la tutela de un padrino, que era cirujano, trabajando en diversas tareas relacionadas con la farmacia y la odontología. Simultáneamente con su actividad comercial ambulatoria había venido ejerciendo sus conocimientos en el arte dental, Tiradentes no sólo sacaba dientes sino que también los colocaba, «adornando las bocas con mucho arte».
El ejercicio del modesto oficio de dentista en el siglo XVIII era sideralmente distante a la práctica profesional científica de los odontólogos del siglo XXI. El arte dental estaba muy vinculado a la orfebrería, especialmente en la reposición de piezas dentarias, no era extraña la presencia de algún dentista en el taller de un joyero. Tiradentes estaba por encima de los prácticos populares, simples sacamuelas, como fueron muchos barberos y aun algunos herreros. Abundaban, y ambulaban, por esos tiempos en América los dentistas viajeros -franceses e ingleses casi todos-, que pasaban a estas tierras desplazándose de ciudad en ciudad.
El ingenio de Joaquim José y su gran habilidad manual lo llevarían a ser el experto que reconocían los habitantes de una vasta región de Minas Gerais, y no pocos de Río de Janeiro. Del desinterés y altruismo con que prestaba sus servicios -especialmente en la campaña- auxiliando a las gentes en una especialidad tan vinculada con el dolor, hay múltiples pruebas en las declaraciones de los testigos indagados en el sumario.
Preso por motivos ignorados, al recobrar la libertad se incorpora al regimiento de dragones de caballería en Minas Gerais en 1780, donde alcanza el grado de alférez. Fue nombrado por la Reina María I, comandante de patrulla de Caminho Novo que conducía a Rio de Janeiro y garantizaba el transporte de oro y diamantes. Posteriormente se licenciaría en el mismo grado, pues los de mayor jerarquía se reservaban para los portugueses, dejando la milicia en 1787.
Se lanza también a la explotación de una mina, sin resultado práctico. En 1788 se dirige a Río de Janeiro, capital del virreinato, con varios proyectos de urbanización de la capitanía de Minas, pero el gobierno no le hace caso. Allí conoce a José Alves Maciel, también minero, recién llegado de Europa y empapado de ideas democrático-liberales, que encuentran terreno fértil en el alma exaltada de Tiradentes, el cual ya había establecido relaciones con grupos revolucionarios integrados por masones.
Aunque nunca se casó, Tiradentes tuvo dos hijos, João con la mulata Eugênia Joaquina da Silva, y Joaquina, con la pelirroja Antonia Maria do Espírito Santo, que vivía en Vila Rica.
Con los conocimientos adquiridos en su trabajo de minero se hizo técnico en reconocimiento de terrenos y en exploración de sus recursos, y empezó a trabajar para el gobierno. Partidario de la abolición de la esclavitud y del régimen señorial empezó a preconizar en Vila Rica y sus alrededores la creación de un movimiento de independencia para Brasil. A este movimiento se integraron miembros del clero y personajes de cierto relieve social. El movimiento ganó apoyo ideológico con la independencia de las colonias británicas en Norteamérica y la formación de los Estados Unidos.
El sentimiento de rebelión alcanzó su momento álgido con la implantación de un nuevo impuesto por parte del gobierno colonial: una tasa obligatoria de 538 arrobas de oro en impuestos atrasados debía ser ejecutada por el nuevo gobernador. El movimiento se inició la noche de la insurrección: los líderes de la inconfidencia salieron por las calles de dando vivas a la República, con lo que obtuvieron la inmediata adhesión de la población.
Al contrario de sus compañeros, ricos y letrados, Tiradentes era un hombre del pueblo. Su saber era hecho de experiencia, en su vida de tropero, minero, de curar enfermos, de dentista famoso y alférez. Pero, sobre todo, de conspirador. Debido a esas cualidades y a su talento de estadista, fue elegido como cabeza de la conspiración, imponiendo su mando a tantos hombres poderosos y letrados de la élite de Ouro Préto.
Defensor de la libertad, en marzo de 1789, toma parte en la conjura minera “inconfidencia mineira”, que preconizaba la independencia de Brasil y la abolición de la esclavitud. El movimiento se inició la noche de la insurrección: los líderes de la inconfidencia salieron por las calles de Villa Rica dando vivas a la República, con lo que obtuvieron la inmediata adhesión de la población. El mayor deseo de los inconfidentes era establecer un gobierno independiente de Portugal, crear una universidad en Vila Rica, formar industrias y hacer de São João Del-Rei la nueva capital de la región.
La sentencia de los jueces de María La Loca dice así: 'Condenan al reo Joaquim José da Silva Xavier, alias el Tiradentes, que fue alférez de la tropa paga de la Capitanía de Minas, a ser conducido por las calles, atado y anunciado por el pregonero hasta el local de la horca, y en ella morir de muerte natural para siempre, y que después de muerto le sea cortada la cabeza y llevada a Villa Rica, en donde será clavada en un poste alto, en el local más público, hasta que el tiempo la consuma; y su cuerpo será dividido en cuatro cuartos, y clavado en postes, por el camino de Minas, en la finca de la Varginha y de las Cebolas, donde el reo realizó sus infames prácticas, y el resto en las fincas de mayores poblaciones, hasta que el tiempo también las consuma, declaran al reo infame, y a sus hijos y nietos, confiscando sus bienes para el tesoro público y Cámara Real, y la casa donde vivía en Villa Rica será arrasada e impregnada de sal para que nunca más pueda edificarse en ese suelo, y no siendo propia será tasada y los bienes confiscados se pagarán a su dueño, y en el mismo suelo se levantará un monumento para que se conserve el recuerdo de este abominable reo'
Y así, en la mañana del sábado 21 de abril de 1792, Tiradentes recorrió en procesión las calles engalanadas del centro de la ciudad de Río de Janeiro hasta el patíbulo. Entre dos sacerdotes y diez soldados, sube al cadalso, sereno y resignado. La ejecución se llevó a cabo en una gran plaza de Río de Janeiro, ante la presencia, en masa, del ejército y de todo el pueblo y se revistió de una crueldad nunca vista en la historia del país: fue ahorcado, decapitado y su cuerpo cortado en pedazos para servir de ejemplo a los insurrectos.
Ejecutado y descuartizado, con su sangre se firmó la certificación de que se había ejecutado la sentencia de muerte y se declaró su memoria infame. Su cabeza se plantó en un poste en Vila Rica y sus restos mortales se distribuyeron a lo largo de Caminho Novo. Su casa fue destruida y todos sus descendientes deshonrados.
Tiradentes, que no fue un teórico revolucionario, sino un hombre de acción fiel a sus ideales, que con el grito de Ypiranga de 1822 y el establecimiento de la República en 1889, que aboliría la esclavitud, quedaron consagradas sus ideas progresistas y humanitarias.
Sin duda recorrió el denodado camino del éxito, pues hoy se le venera como héroe nacional, siendo actualmente considerado Patrono Cívico de Brasil, la fecha de su muerte es Feriado Nacional lo que al parecer es la única expresión en el orbe, que esto sucede en honor a un dentista.
“¡Ah si todos tuvieran mi ánimo! ¡Brasil sería de los brasileros!
Patriota brasileño precursor de la independencia del Brasil, conocedor de las ideas revolucionarias francesas, buscaba, separado de Portugal, la proclamación de un estado liberal de corte moderno, por eso promovió el movimiento mas importante del periodo colonial, la Inconfidencia Mineira.
Hijo de un portugués y de una brasileña, cuarto de siete hermanos, nació en el seno de una familia humilde en 1746 en el Distrito de Pombal, cercano al poblado de Santa Rita do Rio Abaixo, municipio de São José del Rey en Minas Gerais, queda huérfano de padre y madre antes de cumplir los diez años. Recibe solo instrucción elemental, ejerce diversos oficios, se dedica al comercio, pero no prospera; militar, minero, activista político y especialmente dentista, de donde le viene el apelativo de Tiradentes o Sacamuelas.
No estudió de manera formal, sino que a la muerte de sus padres se puso bajo la tutela de un padrino, que era cirujano, trabajando en diversas tareas relacionadas con la farmacia y la odontología. Simultáneamente con su actividad comercial ambulatoria había venido ejerciendo sus conocimientos en el arte dental, Tiradentes no sólo sacaba dientes sino que también los colocaba, «adornando las bocas con mucho arte».
El ejercicio del modesto oficio de dentista en el siglo XVIII era sideralmente distante a la práctica profesional científica de los odontólogos del siglo XXI. El arte dental estaba muy vinculado a la orfebrería, especialmente en la reposición de piezas dentarias, no era extraña la presencia de algún dentista en el taller de un joyero. Tiradentes estaba por encima de los prácticos populares, simples sacamuelas, como fueron muchos barberos y aun algunos herreros. Abundaban, y ambulaban, por esos tiempos en América los dentistas viajeros -franceses e ingleses casi todos-, que pasaban a estas tierras desplazándose de ciudad en ciudad.
El ingenio de Joaquim José y su gran habilidad manual lo llevarían a ser el experto que reconocían los habitantes de una vasta región de Minas Gerais, y no pocos de Río de Janeiro. Del desinterés y altruismo con que prestaba sus servicios -especialmente en la campaña- auxiliando a las gentes en una especialidad tan vinculada con el dolor, hay múltiples pruebas en las declaraciones de los testigos indagados en el sumario.
Preso por motivos ignorados, al recobrar la libertad se incorpora al regimiento de dragones de caballería en Minas Gerais en 1780, donde alcanza el grado de alférez. Fue nombrado por la Reina María I, comandante de patrulla de Caminho Novo que conducía a Rio de Janeiro y garantizaba el transporte de oro y diamantes. Posteriormente se licenciaría en el mismo grado, pues los de mayor jerarquía se reservaban para los portugueses, dejando la milicia en 1787.
Se lanza también a la explotación de una mina, sin resultado práctico. En 1788 se dirige a Río de Janeiro, capital del virreinato, con varios proyectos de urbanización de la capitanía de Minas, pero el gobierno no le hace caso. Allí conoce a José Alves Maciel, también minero, recién llegado de Europa y empapado de ideas democrático-liberales, que encuentran terreno fértil en el alma exaltada de Tiradentes, el cual ya había establecido relaciones con grupos revolucionarios integrados por masones.
Aunque nunca se casó, Tiradentes tuvo dos hijos, João con la mulata Eugênia Joaquina da Silva, y Joaquina, con la pelirroja Antonia Maria do Espírito Santo, que vivía en Vila Rica.
Con los conocimientos adquiridos en su trabajo de minero se hizo técnico en reconocimiento de terrenos y en exploración de sus recursos, y empezó a trabajar para el gobierno. Partidario de la abolición de la esclavitud y del régimen señorial empezó a preconizar en Vila Rica y sus alrededores la creación de un movimiento de independencia para Brasil. A este movimiento se integraron miembros del clero y personajes de cierto relieve social. El movimiento ganó apoyo ideológico con la independencia de las colonias británicas en Norteamérica y la formación de los Estados Unidos.
El sentimiento de rebelión alcanzó su momento álgido con la implantación de un nuevo impuesto por parte del gobierno colonial: una tasa obligatoria de 538 arrobas de oro en impuestos atrasados debía ser ejecutada por el nuevo gobernador. El movimiento se inició la noche de la insurrección: los líderes de la inconfidencia salieron por las calles de dando vivas a la República, con lo que obtuvieron la inmediata adhesión de la población.
Al contrario de sus compañeros, ricos y letrados, Tiradentes era un hombre del pueblo. Su saber era hecho de experiencia, en su vida de tropero, minero, de curar enfermos, de dentista famoso y alférez. Pero, sobre todo, de conspirador. Debido a esas cualidades y a su talento de estadista, fue elegido como cabeza de la conspiración, imponiendo su mando a tantos hombres poderosos y letrados de la élite de Ouro Préto.
Defensor de la libertad, en marzo de 1789, toma parte en la conjura minera “inconfidencia mineira”, que preconizaba la independencia de Brasil y la abolición de la esclavitud. El movimiento se inició la noche de la insurrección: los líderes de la inconfidencia salieron por las calles de Villa Rica dando vivas a la República, con lo que obtuvieron la inmediata adhesión de la población. El mayor deseo de los inconfidentes era establecer un gobierno independiente de Portugal, crear una universidad en Vila Rica, formar industrias y hacer de São João Del-Rei la nueva capital de la región.
Antes que la conspiración se transformara en revolución, en 1789 fue delatado por los portugueses, a cambio de ver condonadas sus deudas con la Hacienda Real o por recibir títulos de la corona. Delatada la conjura fue procesado en un juicio de tres años, durante el juicio alcanzó gran popularidad. Algunos de los conjurados fueron condenados a muerte y otros al destierro. Luego, por orden de la reina Doña María I, todas las sentencias fueron conmutadas por el destierro, excepto la de Tiradentes, que siguió condenado a muerte, ya que era considerado jefe del movimiento.
La sentencia de los jueces de María La Loca dice así: 'Condenan al reo Joaquim José da Silva Xavier, alias el Tiradentes, que fue alférez de la tropa paga de la Capitanía de Minas, a ser conducido por las calles, atado y anunciado por el pregonero hasta el local de la horca, y en ella morir de muerte natural para siempre, y que después de muerto le sea cortada la cabeza y llevada a Villa Rica, en donde será clavada en un poste alto, en el local más público, hasta que el tiempo la consuma; y su cuerpo será dividido en cuatro cuartos, y clavado en postes, por el camino de Minas, en la finca de la Varginha y de las Cebolas, donde el reo realizó sus infames prácticas, y el resto en las fincas de mayores poblaciones, hasta que el tiempo también las consuma, declaran al reo infame, y a sus hijos y nietos, confiscando sus bienes para el tesoro público y Cámara Real, y la casa donde vivía en Villa Rica será arrasada e impregnada de sal para que nunca más pueda edificarse en ese suelo, y no siendo propia será tasada y los bienes confiscados se pagarán a su dueño, y en el mismo suelo se levantará un monumento para que se conserve el recuerdo de este abominable reo'
Y así, en la mañana del sábado 21 de abril de 1792, Tiradentes recorrió en procesión las calles engalanadas del centro de la ciudad de Río de Janeiro hasta el patíbulo. Entre dos sacerdotes y diez soldados, sube al cadalso, sereno y resignado. La ejecución se llevó a cabo en una gran plaza de Río de Janeiro, ante la presencia, en masa, del ejército y de todo el pueblo y se revistió de una crueldad nunca vista en la historia del país: fue ahorcado, decapitado y su cuerpo cortado en pedazos para servir de ejemplo a los insurrectos.
Ejecutado y descuartizado, con su sangre se firmó la certificación de que se había ejecutado la sentencia de muerte y se declaró su memoria infame. Su cabeza se plantó en un poste en Vila Rica y sus restos mortales se distribuyeron a lo largo de Caminho Novo. Su casa fue destruida y todos sus descendientes deshonrados.
Tiradentes, que no fue un teórico revolucionario, sino un hombre de acción fiel a sus ideales, que con el grito de Ypiranga de 1822 y el establecimiento de la República en 1889, que aboliría la esclavitud, quedaron consagradas sus ideas progresistas y humanitarias.
Sin duda recorrió el denodado camino del éxito, pues hoy se le venera como héroe nacional, siendo actualmente considerado Patrono Cívico de Brasil, la fecha de su muerte es Feriado Nacional lo que al parecer es la única expresión en el orbe, que esto sucede en honor a un dentista.
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