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“La base de la existencia humana es la lealtad,
sin lealtad no hay sociedad posible”
Aunque José Tomás Rodríguez Boves nació, el 18 de septiembre de 1782, en la muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad de Oviedo, capital del Principado de Asturias, España, pensar en él como ovetense es un error, porque sus costumbres, su habilidad como jinete y su afición al joropo, mas bien eran los sentimientos de un llanero calaboceño. No obstante comandar a las tropas realistas que lucharon contra los insurgentes en la “Guerra a Muerte” durante la Segunda República (1813-1814) estuvo muy lejos de considerarse un español o un asturiano, mas bien siempre se sintió un venezolano más, así como los indios, negros, pardos y mestizos que habitaban la Capitanía de Venezuela.
Era catire-blanco, rubio, de ojos claros-pero no era mantuano-clase dominante-por tanto sufrió el desprecio y la marginación, propia de la furibunda discriminación racial de su época; fue tratado y humillado por sus compatriotas blancos de la península ibérica, como un negro, solo por ser pulpero-comerciante menor considerada desdeñable por los criollos ricos-, y por igualado, al pretender casarse con una joven de clase socioeconómica superior, por ello sintió vergüenza despertando en él un resentimiento social, motor de su lucha de clases, que fue exacerbando progresivamente, convirtiéndolo en odio, que perduró hasta el día de su muerte.
Boves se identificaba con los pardos-término para designar de manera imprecisa a los que descendían del cruce étnico entre negros y blancos- confesando alguna vez “todo lo bueno que recuerdo de este mundo viene de los negros”. De los pardos salieron los artesanos, los pulperos, los arrieros y en general, todos aquellos trabajadores que podían adquirir cierta habilidad a través de una práctica sencilla y rutinaria. Atentando contra su propia raza, luchó con el grito de “mueran los blancos y los ricos”, las hordas del Tigre de los Llanos mataban sin discriminación a blancos, sin importar si simpatizaban con los patriotas o con los realistas, pues más que respaldar la causa realista, luchaba contra los que ultrajaban a los de color. Ese grito se quedaba corto, comparándolo con el que en La Guerra Federal (1859-1863) exclamaba la negra muchedumbre reclutada por los pequeños caudillos Martín Espinosa y Tiburcio, El Adivino, que decía “mueran los blancos y los que sepan leer y escribir”.
José Tomás fue traicionado y traidor a su vez; con sus incondicionales era agradecido, leal y generoso, pero con sus opositores era impredecible, frío, calculador y terrible. El solo nombre de Boves aterrorizaba a la población y a sus enemigos, él no comprendía por que se le tenía tanto odio y desprecio, pero también nadie entendía porque era cruel y despiadado. Sobre él pesa el prejuicio de lo antinacional, es considerado sanguinario y espantoso caudillo feroz, y de eso hay mucho de verdad, pero para otros, el personaje Boves fue visto como instrumento de justicia en la tierra. Donde hay total acuerdo es que era un hombre con valor a toda prueba.
De su historia se sabe que era hijo de un hidalgo venido a menos y de una lavandera, que al quedar viuda, con José Tomás de cinco años, se mudó con sus hijos al Puerto de Gijón, una villa costera situada al norte de Asturias, a solo 27 kilómetros de Oviedo. José Tomás estudia en el Instituto Real Asturiano y se gradúa de piloto para marino mercante, distinguiéndose por serio y aplicado. Sigue estudios en El Ferrol y logra diploma de la marina real. Ingresa a la marina de guerra, cambiándose a la marina mercante, por lo que en la adolescencia llega a las Antillas y se asienta como comerciante en el Puerto de la Guaira en Venezuela.
Involucrado en el contrabando, fue sentenciado a 8 años de prisión en el castillo de Puerto Cabello. Se le conmutó la pena por la de destierro a la Villa de Todos los Santos de Calabozo, en donde se estableció, comerciando en ganados, especialmente en el tráfico de caballos. Allí estaba cuando Monteverde le encargó organizar un escuadrón de lanceros hacia principios de 1813, del que fue elegido comandante. Calabozo es una ciudad de Venezuela, antigua capital del estado Guárico, situada en los llanos centrales, en el centro del país. Los Llanos, son una vasta región del norte de Sudamérica en la cuenca del río Orinoco, con tierra apta para la ganadería extensiva y para la agricultura, que abarca lo que hoy en día son siete estados de Venezuela, y desde siempre, habitados por gente muy hospitalaria y alegre. José Tomás Boves, quien estaba confinado en ella desde 1808, hizo de Calabozo su cuartel general.
Convertido en el caudillo indiscutible de la lucha contra la independencia, venció sucesivamente a Bolívar y Mariño en La Puerta, quedando dueño de los valles de Aragua, avanzó con sus tropas a Caracas y siguió en marcha triunfal hasta Urica en Anzoátegui, al frente de ocho mil lanceros a caballo. Campo Elías, español al servicio de la República, lo derrotó en Mosquitero, a mediados de noviembre de 1813; pero Boves se repuso y volvió al ataque, derrotando al propio Campo Elías en La Puerta y atacando a los patriotas en San Mateo. El 20 de febrero de 1814 ataca Boves a Bolívar en San Mateo; durante varios días se suceden las ofensivas; los días 28 de febrero y 24 de marzo hay batallas. Mueren dos patriotas: Villapol y Ricaurte. Este último se sacrifica al incendiar el parque de municiones para evitar que cayera en manos enemigas.
Boves en Urica, de Barcelona, derrota a Ribas y a Bermúdez el 5 de diciembre de 1814, consigue la victoria, liquidando la Segunda República, pero es muerto por uno de los jinetes de Zaraza, cuando solo tenía 32 años de edad.
Aunque autor de acciones sumamente reprobables, como hacer bailar “el piquirico” a sus prisioneros antes de ejecutarlos(tonada gachipina antañona que cantaba con mucha gracia la mulata María Trinidad Bolívar, con la que tuvo su único hijo reconocido y que fue violentamente torturada y muerta por unos aberrados sexuales); logra el éxito al entrar a la historia como un líder carismático, que promueve la abolición de la esclavitud y gozaba de la simpatía de gran parte de los sectores más desposeídos de su tiempo, en la región llanera, siendo el primer gran caudillo de masas del país, al que sus seguidores le llamaban “taita” Boves (papá Boves).