Como comentaba en el post FRUTAS VENEZOLANAS (Antaño Hogaño (35) del 13 de marzo de 2008) verdaderamente tenía “saudades” -nostalgia en portugués- de volver a Venezuela, después de una ausencia prolongada, que supera los diez años, en la cual es considerada como “República Bolivariana”, de tal forma que aprovechando mi más reciente visita a República Dominicana, hice un viaje relámpago, para constatar contrastes.
No fue fácil partir, pues la línea que debería llevarme, Aeropostal, está en quiebra, así que me hicieron favor de llevarme en Acerca, otra línea venezolana.
Al subir al avión, me llamó la atención que no hubiera primera clase, percibía que todos los asientos eran de cuero, pensé, qué democráticos, pero pronto pude constatar que dichos asientos eran de “piel, imitación vinilo”; que escasamente dieron un refresco, que el servicio era muy malo y que en cuestión de mantenimiento aparente, el aparato dejaba mucho que desear.
Al arribar, en migración me preguntaron el motivo de mi visita, distraídamente les dije que venía a ver “como estaba la cosa” a lo que la guardia rezongó ¿Y cuál es la cosa?
Pronto me impactó la gran cantidad de gente que viajaba al exterior, su buena ropa; las colas para comprar comida rápida en el aeropuerto; el moderno y abundante parque vehicular y los altísimos precios de todos los productos.
No fue fácil partir, pues la línea que debería llevarme, Aeropostal, está en quiebra, así que me hicieron favor de llevarme en Acerca, otra línea venezolana.
Al subir al avión, me llamó la atención que no hubiera primera clase, percibía que todos los asientos eran de cuero, pensé, qué democráticos, pero pronto pude constatar que dichos asientos eran de “piel, imitación vinilo”; que escasamente dieron un refresco, que el servicio era muy malo y que en cuestión de mantenimiento aparente, el aparato dejaba mucho que desear.
Al arribar, en migración me preguntaron el motivo de mi visita, distraídamente les dije que venía a ver “como estaba la cosa” a lo que la guardia rezongó ¿Y cuál es la cosa?
Pronto me impactó la gran cantidad de gente que viajaba al exterior, su buena ropa; las colas para comprar comida rápida en el aeropuerto; el moderno y abundante parque vehicular y los altísimos precios de todos los productos.
Ya en el camino a la ciudad capital de Venezuela, noté la proliferación y arrabalización de los “ranchitos” (casas precarias) que ya casi abarcan todo el trayecto de la autopista Maiquetía-Caracas.
Se percibe abundancia de dinero, los bancos rebosan de clientes, no hay cupo en los hoteles, las tarifas son estratosféricas, pero a la vez hay una ominosa amenaza omnipresente a la integridad física.
El hotel, como ya dije muy oneroso, con mobiliario nada acorde con lo que se atreven a cobrar: paredes descascaradas, muebles del baño deteriorados y el común denominador, mal servicio y poca amabilidad de algunos, que se amortiguan cuando saben que uno es mexicano.
Pero los restaurantes repletos, la comida muy buena; muchos edificios impresionantes, de reciente construcción y los comercios en auge.
Al llegar a la calle Sucre, sucia y multitudinaria, no puede evitar recordar, que el 4 de febrero de 1992, unos pelafustanes uniformados me bajaron de mi automóvil a punta de ametralladora, me pusieron pecho a tierra, impregnándome la ropa de aceite de autos, porque había un toque de queda, establecido como consecuencia de que un teniente coronel golpista intentó derrocar al gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, muriendo casi cien personas. Fracasada la rebelión, el militar se rindió y fue arrestado. Ahora el ex-presidente Pérez está exiliado y el insurrecto ya cumple diez años en el poder abusoluto.
No obstante lo anterior, en una encuesta muy reciente (IVAD, junio de 2008), la población contestó que la situación es buena en un 53.8%, manifestando el 62.7% de los encuestados haber mejorado; en contraste, algunos taxistas y profesionales que hablaron conmigo, expresaron que no solo han empeorado, sino que en Caracas hay un caos, alto costo de la vida, desempleo y desabastecimiento.
Se percibe abundancia de dinero, los bancos rebosan de clientes, no hay cupo en los hoteles, las tarifas son estratosféricas, pero a la vez hay una ominosa amenaza omnipresente a la integridad física.
El hotel, como ya dije muy oneroso, con mobiliario nada acorde con lo que se atreven a cobrar: paredes descascaradas, muebles del baño deteriorados y el común denominador, mal servicio y poca amabilidad de algunos, que se amortiguan cuando saben que uno es mexicano.
Pero los restaurantes repletos, la comida muy buena; muchos edificios impresionantes, de reciente construcción y los comercios en auge.
Al llegar a la calle Sucre, sucia y multitudinaria, no puede evitar recordar, que el 4 de febrero de 1992, unos pelafustanes uniformados me bajaron de mi automóvil a punta de ametralladora, me pusieron pecho a tierra, impregnándome la ropa de aceite de autos, porque había un toque de queda, establecido como consecuencia de que un teniente coronel golpista intentó derrocar al gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, muriendo casi cien personas. Fracasada la rebelión, el militar se rindió y fue arrestado. Ahora el ex-presidente Pérez está exiliado y el insurrecto ya cumple diez años en el poder abusoluto.
No obstante lo anterior, en una encuesta muy reciente (IVAD, junio de 2008), la población contestó que la situación es buena en un 53.8%, manifestando el 62.7% de los encuestados haber mejorado; en contraste, algunos taxistas y profesionales que hablaron conmigo, expresaron que no solo han empeorado, sino que en Caracas hay un caos, alto costo de la vida, desempleo y desabastecimiento.
Transité por las tres líneas del Metro de Caracas, me alojé en Altamira, degusté los mas sabrosos batidos de níspero –chicozapote- en Chacao, caminé por Chacaito, jugué ajedrez en Sábana Grande y comí arepas en Las Mercedes.
Estuve en las oficinas de mi antiguo trabajo, pude observar elegantísimos conjuntos residenciales en la Castellana; pasé revista de las construcciones que me sirvieron de domicilio durante mis mas de cinco años de estancia; recorrí autopistas en diversos taxis; tomé busetas en las que atravesé barrios marginales; fui a centros comerciales en Palos Grandes y como siempre quedé fascinado con tan magnífica ciudad.
Lo mejor y más novedoso para mí, admirar El Ávila, el cerro mas subyugante de la cordillera, poder abordar el teleférico de Caracas, que nunca había tenido oportunidad de conocer, en mi primera visita de 1980 y durante mi estancia del 89 al 94 se encontraba inhabilitado, ya que estuvo abierto hasta 1970 y su reapertura fue en el 2000.
Llegué al Hotel Humbolt, a la pista de hielo de la cima y entusiasmado disfruté la vista inigualable de Caracas, Galipán y el colorido mar del litoral de Macuto, que me resultaron espectaculares y me dejaron gratamente sorprendido.
Ante la imposibilidad de hacer un comentario preciso y objetivo, por el poco tiempo que permanecí en esta ciudad, en el próximo post intentaré hacer un diálogo imaginario, pero con datos ciertos, entre una Sifrina y una Malandra (como ellas nombran a sus adversarios).
La Sifrina* -Persona pudiente, por lo general denota una actitud despectiva hacia los demás, que no sean de su mismo nivel social o económico- supuestamente de una urbanización del este de Caracas y la Malandra* -Individuo sin oficio ni beneficio, se dedica a molestar, frecuentemente consumidor de drogas y alcohol- de un barrio marginal urbano del oeste de la metrópoli.
¡Hagan ustedes su propio juicio!
* DICCIONARIO POPULAR VENEZOLANO
Estuve en las oficinas de mi antiguo trabajo, pude observar elegantísimos conjuntos residenciales en la Castellana; pasé revista de las construcciones que me sirvieron de domicilio durante mis mas de cinco años de estancia; recorrí autopistas en diversos taxis; tomé busetas en las que atravesé barrios marginales; fui a centros comerciales en Palos Grandes y como siempre quedé fascinado con tan magnífica ciudad.
Lo mejor y más novedoso para mí, admirar El Ávila, el cerro mas subyugante de la cordillera, poder abordar el teleférico de Caracas, que nunca había tenido oportunidad de conocer, en mi primera visita de 1980 y durante mi estancia del 89 al 94 se encontraba inhabilitado, ya que estuvo abierto hasta 1970 y su reapertura fue en el 2000.
Llegué al Hotel Humbolt, a la pista de hielo de la cima y entusiasmado disfruté la vista inigualable de Caracas, Galipán y el colorido mar del litoral de Macuto, que me resultaron espectaculares y me dejaron gratamente sorprendido.
Ante la imposibilidad de hacer un comentario preciso y objetivo, por el poco tiempo que permanecí en esta ciudad, en el próximo post intentaré hacer un diálogo imaginario, pero con datos ciertos, entre una Sifrina y una Malandra (como ellas nombran a sus adversarios).
La Sifrina* -Persona pudiente, por lo general denota una actitud despectiva hacia los demás, que no sean de su mismo nivel social o económico- supuestamente de una urbanización del este de Caracas y la Malandra* -Individuo sin oficio ni beneficio, se dedica a molestar, frecuentemente consumidor de drogas y alcohol- de un barrio marginal urbano del oeste de la metrópoli.
¡Hagan ustedes su propio juicio!
* DICCIONARIO POPULAR VENEZOLANO
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