4 COMPROMISO CON UNA, CASAMIENTO CON OTRA
4ª Mi hija es una inútil…
El compadre Villatodo es un norteño clásico, además de franco y de hablar golpeado, viste camisa, botas y sombrero vaquero. Vivía en Reynosa, Tamaulipas y era perforador de pozos en Petróleos Mexicanos.
Nunca supe si era viudo, abandonado, divorciado o separado, el caso es que sufría tremenda soledad, aunque tenía hijos y probablemente esposa, era un solitario errante por los pozos que perforaba, sus únicos amigos eran los trabajadores petroleros, particularmente un líder carismático de ellos, Don Tuy Garza, mi compadre.
Al jubilarse, con mucha esperanza de vida futura, su aislamiento se hizo mas lacerante, buscando refugio en sus dos compadres, Don Tuy y su esposa, Selenita Vizcaya. El los seguía por todos lados cual perrito faldero, no había lugar de la república que visitaran los Garza, que Villatodo no los acompañara.
Los Garza, preocupados por la melancolía del compadre Villatodo, lo alentaron e impulsaron a que buscará una compañía femenina a fin de que llevara una vida más estable, al principio el era renuente, pues bien sabía que a su edad, solo se pueden dar tres cosas a las mujeres jóvenes: dinero, asco o lástima.
No obstante lo anterior, emprendió una búsqueda desesperada por su Dulcinea, encontrándola en los Altos de Jalisco, encarnada en potable campirana semianalfabeta, pero de abundante grupa, característica, que por si sola convenció a Villatodo, para solicitarle matrimonio.
Solo faltaba un trámite: pedir la mano a la severa suegra, que se encontraba gozando de un estado de viudez. Villatodo titubeante, pero firme requirió en matrimonio a la rolliza novia, obteniendo por respuesta un buen consejo.
La señora le dijo: Mire Don, no está usted para saberlo, ni yo para contarlo, pero mi hija es muy floja, muy mal hecha, no sabe cocinar, no atiende la casa, no plancha, para abreviar, no le conviene.
Villatodo estupefacto, todavía hubo de escuchar: Usted es una persona honorable y respetable, no se enoje, pero ya no está para esos trotes de enamorar una muchacha tan impetuosa y casquivana, lo que necesita es un hogar, disfrutar de comida caliente y sabrosa, reposar la siesta, en fin vivir tranquilo y sin sobresaltos, lo que verdaderamente le conviene, es una mujer mas acorde a su edad y su circunstancias, con gran experiencia como ama de casa, buena cocinera y que sabe atender la casa, para acabar pronto ¡mejor cásese conmigo!.
La sabiduría que da el tiempo, hizo que Villatodo tomara una buena decisión y desde entonces vive sin temor ni angustias, pues se caso con la matrona y ahora es el padrastro de su ex novia y esposo de su ex suegra.
4b Escándalo en la Colonia Libanesa…
Al Ahad Abdulaja era un fornido mocetón, que engrosó la emigración libanesa en México, pues en 1906, cuando apenas tenía 16 años, vino acompañado de su hermano menor Gerala, huyendo ambos de los horrores que en Kartaba, Provincia de Monte Líbano, sufría, en su calidad de cristiano, por la sevicia de los musulmanes drusos, que apoyados por el Imperio Otomano los masacraban sistemáticamente.
Venía huyendo de la guerra y se quedó para siempre. Como casi todos sus compatriotas de esa época, trabajo de abonero en diversas rancherías del Estado de Veracruz, solo hacia tres cosas: Ahorrar, ahorrar y ahorrar más, gracias a esa monomanía, al cabo de no mucho tiempo, ya era un comerciante establecido en la bella capital del estado, Xalapa de Enriquez.
Un buen día, con más de treinta años de edad, decidió sentar cabeza y formar un hogar, comprometiéndose con una muchacha jalapeña, de padres libaneses. Todo parecía muy bien y el se ufanaba de ello.
Como parte de los preparativos de la boda, viajó a la Ciudad de México, a las calles de Correo Mayor, para visitar a unos entrañables amigos, oriundos de su pueblo en Líbano, e invitarlos a su próxima boda en la Ciudad de las flores. Cuando conoció a la agraciada hija de sus amigos, Arcangelita Tanus, una jovencita vivaz y encantadora, nacida en Caracas, Venezuela, casi veinte años menor que el.
Desde entonces su mundo cambió y ya no quiso más que casarse con Arcangelita, lográndolo al poder concertar la boda con los padres de ella, pues según la costumbre de los emigrantes libaneses, no era la novia la que decidía con quien casarse, esa era una atribución de los padres.
La Xalapa de final de los veintes era minúscula, su población apenas era de 30 mil habitantes, entre ellos la colonia libanesa, que estaba escandalizada por el plantón casi ante el altar, que en aras del amor, había hecho Al Ahad Abdulaja, a la desconsolada joven jalapeña.
Arcangelita se casó con Al Ahad, fue a vivir a Xalapa, soportando estoicamente ser la comidilla y el que dirán de sus paisanos. De este matrimonio nacieron un niño y una niña, que resultaron gente de bien.
Al enviudar, regresó con sus dos hijos, a la Ciudad de México, muriendo este año, como nonagenaria. Tuve oportunidad de conocerla, era alegre, jovial y extrovertida; además extraordinaria cocinera y mejor anfitriona. Saludos Tía Arcangelita, donde quiera que estés.
4c A Mamá le quito los novios….
Si bien es sumamente extraño encontrar un marino teutón, a más de 2400 metros sobre el nivel del mar, todavía es mas sorprendente saber su motivación: Buscar una mexicana de la Ciudad de México, para casarse.
Las que se enteraban, se alborotaban y lo comunican a otras amigas, un marinero alemán, cuarentón, quiere conocer una mujer de este lugar para formar una familia.
Una amiga le cuenta la nueva a Yolanda Gonsalves, buscando despertar su interés, pero no lo logra, a ella no le interesa un hombre de esa edad, por muy germano y nauta que sea.
Pero lo piensa mejor y le nace un interés insólito, que tal si el boche hace pareja con su mamá, que está viuda. Contactan al europeo y consiguen que sea un asiduo visitante a la casa de las Gonsalves.
El alemán es atento, pero no cariñoso y mucho menos apasionado ante la idea de emparejar con alguien de su edad, de tal forma, que busca una oportunidad para hablar a solas con Yolanda, por fin la encuentra y en forma muy directa, como suelen ser los alemanes, le dice: Que no haya confusiones, la que me interesa eres tu.
La muchacha se siente confundida, pero a la vez halagada, le pide esperar un tiempo razonable para hablar con su madre, lo hace, ella comprende y da su anuencia, resultado, hay boda y celebración.
Treinta años después, los dos hijos que procrearon radican en Alemania y Yolanda, que radica en el Distrito Federal es recién viuda, guardando como tesoro, recuerdos de los gratos momentos que pasó con el germano-mexicano.
5 Honor, a quién honor merece….
En una de las siete mil ciento siete islas del archipiélago que forma la República de las Filipinas, nació Tina la Filipina, étnicamente mestiza con ascendencia malaya y mezcla hispana y china, comunicándose indistintamente en tres idiomas, el tagalo, su lengua natal, en inglés, idioma obligatorio del país y en español, que se hablaba oficialmente en esos lares, hasta 1973.
Habitaba en Manila, la capital actual y segunda en población -después de Ciudad Quezón, la antigua capital entre 1948 y 1973- en donde se desempeñaba con gran eficiencia, al servicio de una familia aristocrática de gran poder político y económico.
Tina, como tradicionalmente ha sido la servidumbre en ese país, era de finos modales, comedida, disciplinada, leal, discreta, hacendosa e incansable trabajadora, lo que le había granjeado la buena voluntad de sus patrones, al grado que cuando el jefe de familia, diplomático de carrera, fue nombrado como Embajador en Washington, la primer decisión familiar, fue llevarla con ellos.
Entre los asiduos visitantes a la Mansión Consular, estaba el dueño de la misma, que la arrendaba al gobierno filipino, éste era un hombre maduro, con flema inglesa y abultada billetera, pues era uno de los casa tenientes más importantes de la capital norteamericana.
En sus frecuentes cenas con el embajador, siempre quedaba fascinando, ahora por el arreglo de la mesa, otras veces por la exquisitez de la comida, algunas por los sabores exóticos y siempre por el buen trato recibido.
El casero preguntaba por la responsable de cada uno de estos portentos e invariablemente la respuesta era, el mérito indiscutible es de Tina la filipina. Con el pragmatismo de un norteamericano, tomo una decisión inapelable, se casó con Tina, convirtiéndola de modesta sirvienta a potentada propietaria.
6 De que hubo boda, hubo boda…
Fadel Casas nació en Siria, creció en Maracaibo y triunfó profesionalmente en la población fronteriza con Colombia de La Fría, Táchira, entendiendo el triunfo por una abundante clientela y un generoso ingreso de los bolívares venezolanos que casi estaban a la par del dólar en los sesenta.
Como además de bien parecido tenía un carisma especial con todas, no es difícil imaginar que su novia, licenciada en derecho, accediera a celebrar sus esponsales en Europa.
Estando en Paris, contrario al resto de la humanidad que agudiza su romanticismo y el gozo por la vida, tuvo a bien el destino de permitir un conflicto tal que desencadenó un regreso súbito a Venezuela de la novia, quien devolvió el anillo y liberó a Fadel de todo compromiso.
Joven, adinerado y con tiempo mas que suficiente, el novio decidió visitar su país natal, pasando primero por Beirut, Líbano, en donde tuvo un suceso digno de contar, pues cayó fulminado por un “rayo”, similar al que “El Padrino” sintió en su viaje a Corloene en Sicilia.
Quedó prendado de una linda chica que estaba en la azotea de una casa, le montó guardia permanente por mas de tres días, investigó sus excelentes antecedentes y por fin decidido tocó a la puerta de la casa de tan angelical criatura y espetó en árabe, a quien le preguntaba el motivo de su visita, ¡vengo a pedir la mano de su hija!
La pretendida, que ignoraba tan insólita conducta, cuando vio a Fadel, se sintió por demás halagada por tan excéntrica petición y desde el principio se portó totalmente anuente con tan apuesto galán.
Después de constatar a que familia pertenecía en Damasco, los padres aceptaron, la novia también, poniendo una sola condición: que deberían tener como lugar de residencia la capital de Líbano, Fadel aceptó en principio, se caso y resignándose a vivir lejos de la paradisíaca Venezuela.
Pero sagaz como era, espero el momento propicio para llevarse a su esposa al lugar en donde le podía dar mejor vida; la oportunidad llegó, cuando en una discusión de los suegros, el quiso opinar, su madre política le dijo: Usted no intervenga, los asuntos de los matrimonios solo a ellos les incumbe resolverlos. Fadel que era “un avión”, replicó, perfecto, los asuntos de mi matrimonio, solo nos competen a Rina (su esposa) y a mí, así que les anunció que a más tardar en una semana nos vamos a vivir permanentemente a Sudamérica.
Así lo hicieron, tuvieron cinco hermosos hijos y desde entonces radican felizmente en Mérida, Venezuela.
El titulo de estas mini historias es Si non è vero è ben trovato, porque puede haber imprecisiones circunstanciales, pero esencialmente son verídicas, ya que reflejan situaciones humanas en personajes de carne y hueso, perfectamente identificables, es decir, en español si no es verdad está bien contado.
La ilustración significa, un cubo simbolizando una historia por cada una de sus seis caras y las manos, el manejo aleatorio que de esas vidas hace el destino.
4ª Mi hija es una inútil…
El compadre Villatodo es un norteño clásico, además de franco y de hablar golpeado, viste camisa, botas y sombrero vaquero. Vivía en Reynosa, Tamaulipas y era perforador de pozos en Petróleos Mexicanos.
Nunca supe si era viudo, abandonado, divorciado o separado, el caso es que sufría tremenda soledad, aunque tenía hijos y probablemente esposa, era un solitario errante por los pozos que perforaba, sus únicos amigos eran los trabajadores petroleros, particularmente un líder carismático de ellos, Don Tuy Garza, mi compadre.
Al jubilarse, con mucha esperanza de vida futura, su aislamiento se hizo mas lacerante, buscando refugio en sus dos compadres, Don Tuy y su esposa, Selenita Vizcaya. El los seguía por todos lados cual perrito faldero, no había lugar de la república que visitaran los Garza, que Villatodo no los acompañara.
Los Garza, preocupados por la melancolía del compadre Villatodo, lo alentaron e impulsaron a que buscará una compañía femenina a fin de que llevara una vida más estable, al principio el era renuente, pues bien sabía que a su edad, solo se pueden dar tres cosas a las mujeres jóvenes: dinero, asco o lástima.
No obstante lo anterior, emprendió una búsqueda desesperada por su Dulcinea, encontrándola en los Altos de Jalisco, encarnada en potable campirana semianalfabeta, pero de abundante grupa, característica, que por si sola convenció a Villatodo, para solicitarle matrimonio.
Solo faltaba un trámite: pedir la mano a la severa suegra, que se encontraba gozando de un estado de viudez. Villatodo titubeante, pero firme requirió en matrimonio a la rolliza novia, obteniendo por respuesta un buen consejo.
La señora le dijo: Mire Don, no está usted para saberlo, ni yo para contarlo, pero mi hija es muy floja, muy mal hecha, no sabe cocinar, no atiende la casa, no plancha, para abreviar, no le conviene.
Villatodo estupefacto, todavía hubo de escuchar: Usted es una persona honorable y respetable, no se enoje, pero ya no está para esos trotes de enamorar una muchacha tan impetuosa y casquivana, lo que necesita es un hogar, disfrutar de comida caliente y sabrosa, reposar la siesta, en fin vivir tranquilo y sin sobresaltos, lo que verdaderamente le conviene, es una mujer mas acorde a su edad y su circunstancias, con gran experiencia como ama de casa, buena cocinera y que sabe atender la casa, para acabar pronto ¡mejor cásese conmigo!.
La sabiduría que da el tiempo, hizo que Villatodo tomara una buena decisión y desde entonces vive sin temor ni angustias, pues se caso con la matrona y ahora es el padrastro de su ex novia y esposo de su ex suegra.
4b Escándalo en la Colonia Libanesa…
Al Ahad Abdulaja era un fornido mocetón, que engrosó la emigración libanesa en México, pues en 1906, cuando apenas tenía 16 años, vino acompañado de su hermano menor Gerala, huyendo ambos de los horrores que en Kartaba, Provincia de Monte Líbano, sufría, en su calidad de cristiano, por la sevicia de los musulmanes drusos, que apoyados por el Imperio Otomano los masacraban sistemáticamente.
Venía huyendo de la guerra y se quedó para siempre. Como casi todos sus compatriotas de esa época, trabajo de abonero en diversas rancherías del Estado de Veracruz, solo hacia tres cosas: Ahorrar, ahorrar y ahorrar más, gracias a esa monomanía, al cabo de no mucho tiempo, ya era un comerciante establecido en la bella capital del estado, Xalapa de Enriquez.
Un buen día, con más de treinta años de edad, decidió sentar cabeza y formar un hogar, comprometiéndose con una muchacha jalapeña, de padres libaneses. Todo parecía muy bien y el se ufanaba de ello.
Como parte de los preparativos de la boda, viajó a la Ciudad de México, a las calles de Correo Mayor, para visitar a unos entrañables amigos, oriundos de su pueblo en Líbano, e invitarlos a su próxima boda en la Ciudad de las flores. Cuando conoció a la agraciada hija de sus amigos, Arcangelita Tanus, una jovencita vivaz y encantadora, nacida en Caracas, Venezuela, casi veinte años menor que el.
Desde entonces su mundo cambió y ya no quiso más que casarse con Arcangelita, lográndolo al poder concertar la boda con los padres de ella, pues según la costumbre de los emigrantes libaneses, no era la novia la que decidía con quien casarse, esa era una atribución de los padres.
La Xalapa de final de los veintes era minúscula, su población apenas era de 30 mil habitantes, entre ellos la colonia libanesa, que estaba escandalizada por el plantón casi ante el altar, que en aras del amor, había hecho Al Ahad Abdulaja, a la desconsolada joven jalapeña.
Arcangelita se casó con Al Ahad, fue a vivir a Xalapa, soportando estoicamente ser la comidilla y el que dirán de sus paisanos. De este matrimonio nacieron un niño y una niña, que resultaron gente de bien.
Al enviudar, regresó con sus dos hijos, a la Ciudad de México, muriendo este año, como nonagenaria. Tuve oportunidad de conocerla, era alegre, jovial y extrovertida; además extraordinaria cocinera y mejor anfitriona. Saludos Tía Arcangelita, donde quiera que estés.
4c A Mamá le quito los novios….
Si bien es sumamente extraño encontrar un marino teutón, a más de 2400 metros sobre el nivel del mar, todavía es mas sorprendente saber su motivación: Buscar una mexicana de la Ciudad de México, para casarse.
Las que se enteraban, se alborotaban y lo comunican a otras amigas, un marinero alemán, cuarentón, quiere conocer una mujer de este lugar para formar una familia.
Una amiga le cuenta la nueva a Yolanda Gonsalves, buscando despertar su interés, pero no lo logra, a ella no le interesa un hombre de esa edad, por muy germano y nauta que sea.
Pero lo piensa mejor y le nace un interés insólito, que tal si el boche hace pareja con su mamá, que está viuda. Contactan al europeo y consiguen que sea un asiduo visitante a la casa de las Gonsalves.
El alemán es atento, pero no cariñoso y mucho menos apasionado ante la idea de emparejar con alguien de su edad, de tal forma, que busca una oportunidad para hablar a solas con Yolanda, por fin la encuentra y en forma muy directa, como suelen ser los alemanes, le dice: Que no haya confusiones, la que me interesa eres tu.
La muchacha se siente confundida, pero a la vez halagada, le pide esperar un tiempo razonable para hablar con su madre, lo hace, ella comprende y da su anuencia, resultado, hay boda y celebración.
Treinta años después, los dos hijos que procrearon radican en Alemania y Yolanda, que radica en el Distrito Federal es recién viuda, guardando como tesoro, recuerdos de los gratos momentos que pasó con el germano-mexicano.
5 Honor, a quién honor merece….
En una de las siete mil ciento siete islas del archipiélago que forma la República de las Filipinas, nació Tina la Filipina, étnicamente mestiza con ascendencia malaya y mezcla hispana y china, comunicándose indistintamente en tres idiomas, el tagalo, su lengua natal, en inglés, idioma obligatorio del país y en español, que se hablaba oficialmente en esos lares, hasta 1973.
Habitaba en Manila, la capital actual y segunda en población -después de Ciudad Quezón, la antigua capital entre 1948 y 1973- en donde se desempeñaba con gran eficiencia, al servicio de una familia aristocrática de gran poder político y económico.
Tina, como tradicionalmente ha sido la servidumbre en ese país, era de finos modales, comedida, disciplinada, leal, discreta, hacendosa e incansable trabajadora, lo que le había granjeado la buena voluntad de sus patrones, al grado que cuando el jefe de familia, diplomático de carrera, fue nombrado como Embajador en Washington, la primer decisión familiar, fue llevarla con ellos.
Entre los asiduos visitantes a la Mansión Consular, estaba el dueño de la misma, que la arrendaba al gobierno filipino, éste era un hombre maduro, con flema inglesa y abultada billetera, pues era uno de los casa tenientes más importantes de la capital norteamericana.
En sus frecuentes cenas con el embajador, siempre quedaba fascinando, ahora por el arreglo de la mesa, otras veces por la exquisitez de la comida, algunas por los sabores exóticos y siempre por el buen trato recibido.
El casero preguntaba por la responsable de cada uno de estos portentos e invariablemente la respuesta era, el mérito indiscutible es de Tina la filipina. Con el pragmatismo de un norteamericano, tomo una decisión inapelable, se casó con Tina, convirtiéndola de modesta sirvienta a potentada propietaria.
6 De que hubo boda, hubo boda…
Fadel Casas nació en Siria, creció en Maracaibo y triunfó profesionalmente en la población fronteriza con Colombia de La Fría, Táchira, entendiendo el triunfo por una abundante clientela y un generoso ingreso de los bolívares venezolanos que casi estaban a la par del dólar en los sesenta.
Como además de bien parecido tenía un carisma especial con todas, no es difícil imaginar que su novia, licenciada en derecho, accediera a celebrar sus esponsales en Europa.
Estando en Paris, contrario al resto de la humanidad que agudiza su romanticismo y el gozo por la vida, tuvo a bien el destino de permitir un conflicto tal que desencadenó un regreso súbito a Venezuela de la novia, quien devolvió el anillo y liberó a Fadel de todo compromiso.
Joven, adinerado y con tiempo mas que suficiente, el novio decidió visitar su país natal, pasando primero por Beirut, Líbano, en donde tuvo un suceso digno de contar, pues cayó fulminado por un “rayo”, similar al que “El Padrino” sintió en su viaje a Corloene en Sicilia.
Quedó prendado de una linda chica que estaba en la azotea de una casa, le montó guardia permanente por mas de tres días, investigó sus excelentes antecedentes y por fin decidido tocó a la puerta de la casa de tan angelical criatura y espetó en árabe, a quien le preguntaba el motivo de su visita, ¡vengo a pedir la mano de su hija!
La pretendida, que ignoraba tan insólita conducta, cuando vio a Fadel, se sintió por demás halagada por tan excéntrica petición y desde el principio se portó totalmente anuente con tan apuesto galán.
Después de constatar a que familia pertenecía en Damasco, los padres aceptaron, la novia también, poniendo una sola condición: que deberían tener como lugar de residencia la capital de Líbano, Fadel aceptó en principio, se caso y resignándose a vivir lejos de la paradisíaca Venezuela.
Pero sagaz como era, espero el momento propicio para llevarse a su esposa al lugar en donde le podía dar mejor vida; la oportunidad llegó, cuando en una discusión de los suegros, el quiso opinar, su madre política le dijo: Usted no intervenga, los asuntos de los matrimonios solo a ellos les incumbe resolverlos. Fadel que era “un avión”, replicó, perfecto, los asuntos de mi matrimonio, solo nos competen a Rina (su esposa) y a mí, así que les anunció que a más tardar en una semana nos vamos a vivir permanentemente a Sudamérica.
Así lo hicieron, tuvieron cinco hermosos hijos y desde entonces radican felizmente en Mérida, Venezuela.
El titulo de estas mini historias es Si non è vero è ben trovato, porque puede haber imprecisiones circunstanciales, pero esencialmente son verídicas, ya que reflejan situaciones humanas en personajes de carne y hueso, perfectamente identificables, es decir, en español si no es verdad está bien contado.
La ilustración significa, un cubo simbolizando una historia por cada una de sus seis caras y las manos, el manejo aleatorio que de esas vidas hace el destino.
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