En mis años de preparatoria (bachillerato) practiqué el beis bol, mis compañeros de equipo me decían que “me había engañado la gitana”, para hacer alusión que ese no era mi deporte.
La verdad es que no tenía todas las facultades para destacar en el beis bol, pero si era mi deporte, porque me gustaba jugarlo y sobre todo ver los juegos de los que verdaderamente lo hacían bien.
En la liga Mexicana, mis favoritos siempre fueron los Diablos Rojos del México y en Ligas mayores, como casi todos los de mi generación, era aficionado devoto de los Yanquis de Nueva York y sus estrellas Mickey Mantle y Roger Maris.
Lectura obligada para nosotros, era "La Afición", único periódico especializado, de color verde, que nos tenía al día de las estadísticas y los aconteceres en Grandes Ligas. Así es, que yo supe desde entonces de Juan Marichal, dominicano estrella, que causaba sensación pichando para los Gigantes de San Francisco, caracterizado por lo alto que levantaba la pierna izquierda al lanzar la bola y famoso por ponchar a todo el mundo.
Ayer por la tarde mi consuegro me invito al Centro León, Fundación Cultural de impresionante arquitectura y organización, en donde se calienta el ambiente previo a la Serie del Caribe, con una exposición llamada “Nos vemos en el Play” y a la interesante charla de la leyenda viviente dominicana, el mismísimo Juan Marichal, un gran narrador que mantuvo la atención de todos por dos horas pues dijo cosas muy interesantes.
Juanito, como le dicen con cariño, disertó amenamente desde sus primeras experiencias en Monte Cristi y su admiración por “Bonborrá” , un jugador de su época de niñez que le sirvió de modelo a imitar; su debut en 1960 con los Gigantes de San Francisco, hasta su retiro en 1976, cuando jugaba con los Dodgers de los Angeles.
Destacó sus 243 partidos ganados y 2303 ponchados. También acotó que cuando jugaba no se lograban contratos millonarios como ahora, contando la anécdota de que al retirarse del beis bol le dio una gran alegría a su esposa, pero años después que empezaron los grandes salarios, ella le dijo: -Honey ¿Tu lanzabas con la derecha?, bueno podrías ahora lanzar con la izquierda.
Fue admitido al Salón de la Fama en 1983. Hasta ahora es el único dominicano en Cooperstown, Nueva York, de lo cual no se siente orgulloso, pues cree, con sobrada razón, que faltan muchos peloteros dominicanos en ser reconocidos con esa distinción.
A sus 69 años de edad, con mente lúcida y gran fortaleza física, respondió a muchas preguntas, pero la que me más me impresionó, cuando le inquirieron porque, después de una gloriosa carrera de grandeligas, no se quedó a vivir en Estados Unidos, fue su contundente respuesta: Porque para mí, no hay nada mejor que mi país. Me parece muy meritorio el haber regresado a su país natal y residir en Santo Domingo, República Dominicana.
Al finalizar la charla, en medio del ”bululú” de sus admiradores, me fotografié con él, quien al saber que era de México, me dijo que el había jugado alguna vez en mi país, no pude precisar como ni cuando por lo fugaz de la entrevista.
Es interesante como uno de los mejores jugadores de beis bol de todos los tiempos, coincide en tiempo y espacio, con uno de los peores jugadores de beis bol del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario