lunes, 6 de octubre de 2008

Merecería ser verdad III Fuegos fatuos: ¿Espíritus o fenómeno químico?

imagen wikipedia/fuego fatuo
Aquellos que se atrevan a caminar en una noche tranquila, en la que el aire apenas se mueve, por antiguos cementerios o por ciénegas pantanosas, es posible que puedan experimentar un sorprendente y al mismo tiempo escalofriante espectáculo, consistente en presenciar luces pálidas como llamas flotando a poca distancia del suelo, formando imágenes increíbles que sin duda estimularán su imaginación hasta extremos insospechados; se trata de la contemplación del excitante y maravilloso fenómeno de los fuegos fatuos, que aún hoy muchas personas los relacionan con esoterismo -oculto, secreto, reservado a unos pocos- magia o fantasmas, porque se dice que retroceden al acercarse a ellos, se mueven y balancean en el aire errática y arbitrariamente, incluso contra el viento y duran varios minutos, manteniendo su tamaño y forma mientras se mueven.

El curioso fenómeno, también conocido con ignis fatuus, recibe apelativos macabros a todo lo ancho del mundo, por ejemplo: Candelillas, luces malas, víbora de fuego (cobra-do-fogo); el nombre común en todo Brasil es Boitatá-ver PapáBeto, Preguntas al abuelo No. 13- que equivale a la ronde des lutins francesa (danza de los duendes), la “luz loca alemana”, el farol de los Andes en Argentina y Uruguay; Fuochi fatui o labenti en Italia; Feu follet en Francia, Sand Yan y Tad (St. John and Father) en Bretón y Marsh Light en Estados Unidos.

El folclore popular históricamente ha creado numerosos mitos acerca del fenómeno de los fuegos fatuos o féericos; aparece en numerosas leyendas populares, siendo a menudo un personaje malicioso, como en la leyenda inglesa de Will el herrero malvado de Shopshire, quien en vida violó todas las leyes de dios y de los hombres, pecador convincente logró que San Pedro le diera una segunda oportunidad en las puertas del cielo, pero volvió a las andadas y por su mala vida ni siquiera le dejaron entrar en el infierno, siendo condenado a vagar por la tierra utilizando el carbón ardiente que el diablo le dio para atraer y dañar a los viajeros imprudentes.

Por observarse con relativa frecuencia en cementerios y pantanos, la leyenda galesa refiere que el pwca (fuego fatuo en galés) es una linterna portada por una “pequeña figura” que tiene por objeto desviar de su camino a los campesinos para hacerlos perderse hasta ahogarse en los pantanos; su indudable esencia tenebrosa y misteriosa, se ha asociado en términos legendarios a las almas de los muertos; entre la población rural europea, especialmente la cultura popular gaélica y eslava se pensaba que eran espíritus malignos de muertos u otros seres sobrenaturales. La tradición cristiana, en una leyenda rusa, propicia la creencia que son los espíritus de niños sin bautizar o nacidos muertos, vagando por la tierra, sin poder acceder al cielo o al infierno. En varios países americanos se habla de las “almas en pena”.

El folclore inglés los personifica como diablillos o duendes que atraen a sus víctimas hacia el peligro. En Escocia, Irlanda o Gales se consideran presagio de muerte o desastres. España es también rica en leyendas que nos hablan de fuegos fatuos y luces misteriosas semejantes: En Cataluña son llamados Foc Follets y se celebra la fiesta de Manresa; en Galicia aparecen sobre el Pico Sacro, Cádiz tiene su tradición de los diablos luminosos y en Jandía, Islas Canarias son las bolas de luz en que se convirtieron dos esclavos por el sacrilegio de hacer fuego con una cruz.

Uno de los nombres galeses es Ellylldan, "fuego que atrae", de ahí que hayan pasado a significar tanto una luz engañosa como un proyecto utópico y la literatura romántica lo ha tratado como metáfora de la ilusión inalcanzable o de lo siniestro e inexplicable. Shakespeare empleó este término en Enrique IV, Taylor Coleridge en la canción del viejo marinero y John Ronald Real Tolkien en El Señor de los Anillos, entre otros muchos.

Los fuegos fatuos no siempre son considerados peligrosos, hay algunas leyendas danesas y germanas de la Europa medieval, que los hacen guardianes de tesoros razón por la cual las llamaban luces de tesoro. También encajan en la descripción de ciertos tipos de hada, que pueden o no haber sido almas humanas, como los bretones que las describen como hadas de cinco dedos que terminan en luces, los cuales giran como una rueda y en los países vascos mencionan a Mari, una especie de hada que se transforma en bola de luz.

Modernas elaboraciones ocultistas los relacionan con los espíritus elementales del fuego, las salamandras y por supuesto no ha faltado quien lo ha relacionado con fenómenos extraterrestres.

Nada más lejos de la realidad, en la actualidad se sabe que son completamente inofensivos, estas luces mortecinas de color borroso azulado, rojizo, verdoso o amarillento que aparecen flotando en el aire tienen una explicación química que reside en los gases pantanosos combustibles, sobre todo el metano, inflamados por el fósforo de hidrógeno producido por la descomposición de la materia orgánica, sin embargo, no por esta explicación tan poco mágica, los fuegos fatuos pierden su encanto pues se trata de un proceso que convierte los desechos en poesía.

Los fuegos fatuos o fuegos feéricos son un fenómeno de inflamación de ciertas materias -fósforo, principalmente- por oxidación de la fosfina (PH3), gas que arde a baja temperatura, producto de la descomposición de materia orgánica y del metano (CH4), que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción, y forman pequeñas llamas que se ven andar por el aire a poca distancia de la superficie, especialmente en los lugares pantanosos y en los cementerios. Son luces pálidas que pueden verse a veces de noche o al anochecer. Figurativamente se trata de un ardor pasajero.

La anterior teoría es la explicación científica más aceptada, sin embargo no hay un acuerdo unánime, porque no se ha demostrado mecanismo satisfactorio alguno donde los gases que emanan de las zonas pantanosas ardan espontáneamente, y no se explica totalmente el errático comportamiento y la extraña estabilidad de los fuegos, ni su movimiento contra el viento y el volar hacia arriba y hacia abajo, lo que sigue siendo un misterio aún.

Las luces se han relacionado con otros fenómenos semejantes: El fuego de San Telmo, la bola de fuego de Naga, el efecto corona y los rayos globulares, pero no existe vínculo alguno entre ellos.
El fuego de San Telmo es un meteoro ígneo, consistente en una descarga de efecto corona electroluminiscente provocado por la ionización del aire dentro del fuerte campo eléctrico que originan las tormentas eléctricas, particularmente en los mástiles, pináculos y chimeneas de las embarcaciones o en los filamentos de las sogas. Este fenómeno, físicamente un resplandor brillante blanco-azulado, toma su nombre de Erasmo de Formia (San Elmo), patrón de los marineros, quienes habían observado el fenómeno desde la antigüedad y creían que su aparición era un mal agüero.

La bola de fuego de Naga o Naka es la luz fantasma más famosa de Asia, conocida en Tailandia y Laos como luces Nekha, por un pez que vive en el río Mekong. Se les denomina Nagas porque el pueblo más cercano de donde se observan es el de Nong Khai, Tailandia. Las Nagas o “Nong Khai lights”, son numerosas luces rojas del tamaño de una pelota que salen del fondo del caudaloso río Mekong y flotan sobre su superficie a unos diez metros, para luego salir disparada a toda velocidad hacia el cielo, hasta 100 metros de altura. Este extraordinario evento es un fenómeno común en cierta época del año, durante la luna llena, en octubre (onceavo mes lunar), y sólo dura unos 30 minutos, pero gente de todo el mundo acude a ver el milagroso espectáculo.

El efecto corona es un fenómeno de descarga de gas eléctrico externo que se produce en los conductores de las líneas de alta tensión en el momento que la línea supera la tensión critica disruptiva del aire, es decir, aquel nivel de tensión por encima del cual el aire se ioniza. Se manifiesta como un halo luminoso en forma de corona alrededor de la línea, de ahí su nombre; siendo este halo color rojizo para los casos leves y azulado para los más severos en que se incrementa más la temperatura en el gas. Está causado por la ionización del aire debido a los altos niveles de tensión y campo magnético. Ocurre alrededor de conductores de línea, en espaciadores y amortiguadores, en aislantes eléctricos dañados y en cualquier punto donde la fuerza del campo eléctrico exceda los 3kV/m.

El rayo globular, también conocido como centella, rayo en bola o esfera luminosa es una esfera brillante, de color entre rojo y amarillo, mide de uno a cuatro decímetros de longitud, con flotación persistente, que puede moverse tanto rápida como lentamente, en ocasiones permanecer estacionario; se reporta silencioso o emitiendo sonidos sibilantes o crepitantes. Es un fenómeno natural extremadamente raro, relacionado con las tormentas eléctricas, aún no existe una explicación que sea ampliamente aceptada, pero se piensa en hidrógeno cargado positivamente y una mezcla de nitritos cargados negativamente. Es posible que haya sido el origen de la leyenda del Anchimallén (ser mítico mapuche que se transforma en una esfera luminosa, capaz de hacer el bien o el mal, según los deseos de su dueño).


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