La cultura Tiwanaku fue una importante civilización precolombina, de origen misterioso, cuyo territorio estaba ubicado en el altiplano boliviano, a unos 70 kilómetros de lo que hoy es la ciudad de La Paz, capital de Bolivia, en una región inhóspita con muy poca vegetación y un clima hostil, cerca del Lago Titicaca, a 3843 metros sobre el nivel del mar; extinguiéndose en el año 1200, después de 2500 de vigencia.
Los Aimara, cuya civilización se centraba en Tiwanaku, son el pueblo indígena americano que ancestralmente habitaron la meseta andina del Lago Titicaca, repartiendo su población entre el occidente de Bolivia, el sur del Perú y el norte de Chile, recibiendo alternativamente el nombre de Collas, conformaron parte del Imperio Inca ya que fueron conquistados en el siglo XV por Pachacútec, noveno Inca, al derrotar a Chuchi Kápak.
Los Aimara, cuya civilización se centraba en Tiwanaku, son el pueblo indígena americano que ancestralmente habitaron la meseta andina del Lago Titicaca, repartiendo su población entre el occidente de Bolivia, el sur del Perú y el norte de Chile, recibiendo alternativamente el nombre de Collas, conformaron parte del Imperio Inca ya que fueron conquistados en el siglo XV por Pachacútec, noveno Inca, al derrotar a Chuchi Kápak.
En la actualidad, la mayor parte del pueblo aimara vive en la región del Lago Titicaca y están concentrados en el sur del lago, pero se les encuentra en los alrededores del altiplano boliviano, en Puno, Tacna, Moquegua y Arequipa en Perú; en Arica, Iquique y Antofagasta, Chile y hasta en Salta y Jujuy, Argentina.
Desde la época tiwanaku, se veneraba una deidad hogareña llamada Thunupa, porque sus seguidores creían que ahuyentaba la desgracia de los hogares y atraía la fortuna y la prosperidad. Este amuleto antropomorfo, se consideraba como un dios del rayo, de la lluvia y de las manifestaciones geotectónicas, que provisto de curvada joroba-la giba significaba suerte- permitía obtener cosechas abundantes y el bienestar resultante.
El dios Thunupa, en la mitología aimara se convirtió en el ekeko, ekhako, ecaco o ekhekho, dios menor precolombino de la abundancia, fecundidad y alegría, recibiendo culto en la zona de influencia de la cultura tiwanaku en el occidente de Bolivia, las riberas del lago Titicaca, norte de Chile y Sur del Perú. Tras la conquista los incas lo adoptaron convirtiéndolo en símbolo de fertilidad y buena suerte.
El Ekeko originalmente de piedra, jorobado, de rasgos indígenas, no llevaba ningún tipo de vestimenta; su desnudez era símbolo de sus poderes y fertilidad.
Los aborígenes, desde los antiguos Collas, tenían la costumbre de celebrar una fiesta al Ekeko en el solsticio de verano del hemisferio sur, día mas largo del año alrededor del 21 de diciembre.
Solsticio término astronómico, proveniente del latín solstitium, que significa sol quieto, en donde este astro alcanza su máxima posición meridional o boreal, marcando el inicio de la estación, según sea de verano o invierno (las fechas del solsticio de invierno y el solsticio de verano están cambiadas para ambos hemisferios, cuando en el sur es verano, en el norte es invierno y viceversa).
Durante la colonización los ekekos se fabricaron en oro, plata, estaño y cobre; los españoles intentaron anular su devoción, pero los indígenas se resistieron. La Iglesia Católica intento erradicarlo sin éxito, pues su culto, como dios de la abundancia, persiste; siendo altamente venerado en la sierra del Perú, el occidente de Bolivia y en alguna región del norte de Argentina, debido a la inmigración y migraciones internas.
En 1783 el gobernador intendente de la Paz don Sebastián Segurola dispuso, que se llevara a cabo una fiesta, como un acto de gratitud hacía la Señora Virgen de la Paz, por el hecho de haber liberado a la ciudad del asedio por siete meses, de la rebelión katarista, que el Mallku (caudillo indio) Tupak Katari (Julian Apaza) hizo en 1781 a la ciudad criolla española de La Paz, culminando con el descuartizamiento del insurrecto.
Desde entonces se lleva a cabo la Feria de la Alasitas (voz aimara alathaña que significa comprar para si). Es la celebración al Ekeko, a quien se le obsequia miniaturas manufacturadas artesanalmente, para convertir los sueños en realidad.
Según la tradición las personas acuden, justo al medio día del 24 de enero a esta fiesta del mercado de miniaturas artesanales, que deben ser cha’lladas por el Yatiri -sabio Aimara- con incienso, alcohol, vino y posteriormente bendecidos en una iglesia católica.
Esta manifestación de fe, que los bolivianos han difundido en el mundo, está inspirada y creada precisamente en torno al diminuto dios de la fortuna, la alegría y el amor, que simboliza la fecundidad, la abundancia y la prosperidad.
Actualmente el ekeko colonial, de varios tamaños, generalmente de 20 centímetros de altura, se elabora de terracota, yeso o arcilla; los hay trabajados en madera, barro cocido, estaño, cobre y ocasionalmente oro, plata y piedra.
Aunque su imagen suele variar, la morfología del Ekeko actual se ha transformado; su expresión facial, de andina y seria, se ha tornado risueña y rosada; físicamente ha sufrido cambios notables, es pequeño, casi enano, de piernas cortas; cabeza y boca grande, de vientre abultado, mastuco (fuerte), pómulos colorados, de ralos bigotes y ojos vivaces; ha perdido su giba y ahora es un gracioso mestizo sonriente, con los brazos abiertos, rechoncho, pícaro, al que cubrieron su desnudez con vestimenta andina criolla del altiplano, especialmente el poncho.
El Ekeko representa el sincretismo entre la religión indígena tradicional y la religión católica; se recrea en la Colonia con apariencia urbana, con saco estilo europeo complementado con pantalón hasta el tobillo y sombrero que refleja la vida del mestizo exitoso. Ataviado de un multicolor vestuario tradicional boliviano, es un muñequito bien vestido con colores vivos; calza abarcas de gomas de llanta y una capucha de hilo, gorro indígena, llamado Iluchu.
Algo muy peculiar de este personaje, es el rostro eufórico que denota la alegría del que todo lo tiene; cargando en bolsas, cestas y maletas, objetos que representan muy variadas concepciones de lo que se necesita o desea, desde productos primarios y tradicionales, hasta modernos, suntuosos y sofisticados.
Un elemento central, es que carga en su robusto cuerpo de barrigudo hombrecito de brazos extendidos, los objetos mas variados en forma de miniaturas, desde los infaltables de la vida cotidiana hasta los mas significativos para el bienestar y la comodidad como el dinero, pasando por todo lo imaginable, que funcionan como exvotos para propiciar la adquisición de bienes materiales.
Su fama de fumador empedernido es bien conocida en el mundo andino ya que la figura presenta una oquedad en la zona donde debería estar la boca y es allí donde se coloca, cada martes o viernes, un cigarrillo encendido para lograr los favores solicitados. Si el deseo o pedido es aceptado, del cigarrillo saldrá humo como si realmente el Ekeko fumara.
La costumbre dice que para que surta efecto, es necesario que el Ekeko no haya sido comprado por el usuario, sino que éste lo haya recibido como regalo de amigos o familiares e incluso lo haya sustraído. Si te regalan un Ekeko tienes la obligación de regalar otro a la persona que quieras que llene su vida de prosperidad, ya que se logra mejorar la suerte bajo la protección de la divinidad sublime, la diosa madre tierra Pachamama.
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