viernes, 21 de marzo de 2008

IMÁGENES Y SONIDOS DE LOS JAIME VILLASEÑOR 058 TAMY: Caminito de la Escuela

Nota: Agradezco la amplia colaboración de Tamy en la elaboración de este post.

Tamy, mi querida hija mayor, había mantenido prudente distancia con las computadoras, hasta que un día decidió enfrentar el hecho, conciente de la importancia de operar la informática, sin importar a que se dedica uno, por lo que después de investigar exhaustivamente, se inscribió en una institución educativa privada “con mayor cobertura geográfica en México”, “con sede en Monterrey, Nuevo León”.

Inició un diplomado en informática que se imparte en forma modular, por cuestiones de avance, tuvo que empezar con Excel, para después acometer el Adobe Photoshop, ambos más complejos que el resto de los programas de Office, sus resultados han sido satisfactorios.

Sus compañeros de clase, adolescentes todos, veían en ella a la señora grande, que se agregaba al grupo. Para mitigar este efecto, me invitó como su condiscípulo al curso de edición de imágenes, con lo que volvió a ser otra jovencita más a expensas de la pesada tercera edad que cargo con decoro.

El reto del Curso no es nada si lo comparamos con el reto de llegar a tiempo a las clases, no obstante que solo estamos a tres kilómetros de distancia, el problema de acceso es mayúsculo, pues la ruta, por decirlo de alguna forma, es un auténtico estacionamiento, al grado que se requieren casi 30 minutos para arribar al lugar del evento.

Todos los días eran iguales y sin embargo diferentes. Eran iguales en tanto nos levantábamos muy temprano con suficiente entusiasmo, emprendíamos el “Caminito de la escuela” con la convicción que llegaríamos puntuales y siempre lo logramos, que repasábamos las clases, intercambiábamos opiniones y nos complementábamos académicamente. Pero eran diferentes, pues cada vez intentábamos una nueva ruta: Por la calzada de Tlalpan, por viaducto Tlalpan, por el antiguo camino a Xochimilco, atravesando una Colonia por Huipulco, cruzando la vía del Tren Ligero o caminando varías cuadras.

En tan solo cuatro semanas de curso utilizamos automóvil, taxi y tren ligero en ambas direcciones, dejamos el carro en la calle o en algún estacionamiento y en una ocasión llegamos en carro, no había donde estacionarnos, regresamos a casa y buscamos un transporte de alquiler.

Como anécdota curiosa, un viejito (mas que yo) que “cuida” los carros, placidamente sentado en lontananza, como casi no se mueve, no cobra las propinas correspondientes, señalándonos que “ya lo agarraron de barco” “pero va a pedirle a los muchachos que pinten los carros, a ver si así entienden” –los automovilistas, claro-.

Cada día para nosotros fue un motivo de doble alegría, la que se deriva del placer del conocimiento nuevo y la de estrechar los de por sí muy unidos lazos familiares.


Nuestro desempeño fue bastante aceptable, pues tuvimos la suerte de contar con una Maestra muy dedicada, lo que nos llevó a obtener muy buenas notas, aunque aceptamos que necesitamos practicar aún mas.

Como valor agregado, Tamy tuvo un segundo tutor, pues su compañero de escritorio, es un alumno muy avanzado, con magnífica disposición, en tanto que yo, por razones técnicas, dispuse de un escritorio solo para mí.

No pasamos inadvertidos, todos supieron de nosotros, desde el director hasta el de la cafetería; conocimos además personas expertas para ayudarnos en la edición del blog y en el mantenimiento de nuestras computadoras personales.

El curso positivo, la experiencia satisfactoria, pero nada supera la sensación que un padre tiene, cuando una hija expresa “Aprendí mucho y estoy feliz y muy contenta de tener a mi papá de compañero”.

No se lo dije entonces, pero aprovecho para contestarle, que yo estuve mas feliz, por contar siempre con tan excelente hija y comedida condiscípula.



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