Desde el 2 de Octubre de 1835, los colonos anglosajones en Texas, unilateralmente se separan de México, por lo que Santa Ana marcha al norte para someter a los sublevados. En 1836, después de varias escaramuzas, pierde la batalla de San Jacinto y es capturado por Samuel Houston. Para lograr su libertad, accede bajo amenaza de muerte, la independencia de Texas, sin embargo, el gobierno mexicano, nunca reconoció la autonomía de la República de Texas.
Ya en 1827, el Presidente de los Estados Unidos John Quince Adams había ofrecido a México un millón de dólares por la venta de Texas, oferta que fue rechazada por la República. En 1829, Andrew Jackson intentó nuevamente y elevó la oferta a cinco millones de dólares, que nuevamente fue rechazada. En 1845 se anexa Texas a la Unión Americana, por lo que México rompe relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.
El conflicto de México con Texas no quedó resuelto sino hasta la Intervención Norteamericana de 1846, que se inició por las pretensiones de la República de Texas sobre una parte del territorio del Estado de Coahuila comprendido entre los ríos Bravo y Nueces.
México desconoció la demanda texana, Estados Unidos le declaró la guerra y lo ocupó entre 1846 y 1848, cuando se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo por el que México perdió más de la mitad de su territorio, cuando los invasores se apropiaron de 2 millones 500 mil kilómetros cuadrados, a cambio de los cuales se comprometieron a pagar 15 millones de dólares.
Esta amarga experiencia, con derrota militar absoluta y primera ocupación de la Capital de México, dejó como resultado positivo, el reconocido mundialmente, sentimiento de nacionalidad del mexicano.
Ideológicamente la invasión se basó en la teoría del “destino manifiesto” término acuñado por John O´Sullivan en 1845, como la designación providencial para extender la libertad y un derecho especial para poseer territorios.
La ocupación del noroeste de México se inició en enero de 1846, cuando el general en jefe de las fuerzas norteamericanas, Zachary Taylor, comenzó el avance desde la bahía de Corpus Christi hacia las riberas del río Bravo.
El Congreso de Estados Unidos, aceptó la declaración de guerra el 13 de mayo de 1846. Para esta fecha las fuerzas mexicanas habían sufrido ya las dos primeras derrotas en el noroeste, en Palo Alto y La Resaca de Guerrero.
Al tiempo que se desarrollaba la ocupación del noroeste, los territorios de California y nuevo México eran declarados posesión de los Estados Unidos, con la única justificación posible: el derecho de conquista.
En junio de 1846 desde el fuerte Leavenworth, en Missouri, salieron tropas con la comisión de ocupar Nuevo México. Hacia mediados de agosto las principales poblaciones, excepto Santa Fe, estaban en poder de los norteamericanos.
Manuel Armijo, gobernador de Nuevo México, había recibido noticias de la ocupación norteamericana desde el 17 de junio, y con la ayuda de los gobiernos de Chihuahua y Durango había iniciado los preparativos para la defensa. Sin embargo, cuando las tropas de Kearny se acercaban a Santa Fe, Armijo, sin causa aparente, decidió retirarse, dejando el campo libre al enemigo. Fue sucedido, por el que sería el último gobernador mexicano de Nuevo México, Juan Bautista Vigil y Alarid, que tomó posesión cuando las tropas invasoras ya estaban en la Capital de los Estados Unidos Mexicanos.
El 18 de agosto los norteamericanos ocuparon Santa Fe, y Nuevo México fue declarado parte de los Estados Unidos.
En el momento en que el norte de México era ocupado por los norteamericanos, en la Capital de la República estallaba una nueva guerra civil, conocida como el movimiento de los polkos (por el Presidente Polk) quienes se resistían a dos decretos de Gómez Farías en los que se amortizaban los bienes del clero, para financiar la guerra, de manera que algunos cuerpos de las guardias nacionales de la Ciudad de México se levantaron en armas pidiendo no sólo la derogación de los dos decretos, sino también la renuncia inmediata del Vicepresidente.
Los puertos mexicanos habían sido bloqueados por la escuadra al mando de comodoro Perry, atacándose los puertos de Alvarado, San Juan Bautista, en Tabasco y Tampico.
En noviembre de 1846, el presidente Polk nombró general en jefe a Winfield Scott, dándole órdenes de tomar Veracruz y avanzar sobre la Ciudad de México por la ruta de Cortés.
Scott ordenó al general Worth avanzar hasta Puebla, que fue ocupada el 15 de mayo. En la Ciudad de México se habían optado por la defensa, concentrando todas las fuerzas disponibles del ejército regular y las guardias nacionales de la ciudad y de los lugares circunvecinos. Además se formó un cuerpo especial que reclutaba a los desertores norteamericanos de origen irlandés, y al que se denominó Batallón de San Patricio.
Se fortificaron las entradas principales de la ciudad, especialmente El Peñón, por donde se esperaba el principal ataque enemigo. El 7 de agosto Scott ordenó el avance hacia la Ciudad de México; una semana más tarde llegaban a sus inmediaciones. Después de reconocer el terreno, el general norteamericano decidió concentrar el ataque en la parte sur de la ciudad, lo que desorientó a los mexicanos, pues lo esperaban por el oriente.
En Padierna (Contreras), Convento de Churubusco, Molino del Rey, Chapultepec y las garitas de San Cosme y Belén, los defensores fueron derrotados, capitulando la Ciudad de México y obligando a los poderes a retirarse a Querétaro. El 15 de septiembre por la noche, ondeaba en el Palacio Nacional la bandera de las barras y las estrellas.
Las pláticas de paz culminaron el 2 de febrero de 1848 con el Tratado de Guadalupe Hidalgo. En él se reconocía el río Bravo como límite meridional de Texas; México cedía a los Estados Unidos los territorios de Nuevo México y Alta California, y el gobierno de los Estado Unidos se comprometía a pagar las reclamaciones de sus ciudadanos contra el gobierno mexicano, a no exigir ninguna compensación por los gastos de guerra y a pagar quince millones de dólares por los territorios cedidos.
Las causas de la derrota: México tenía un ejército ficticio, existía un cuadro de oficiales, pero se carecía de la tropa; los oficiales, envueltos por la política permanecían en constante rivalidad; el armamento era inadecuado y los recursos mínimos.
Por su parte, los Estados Unidos salieron de la guerra convertida en una potencia continental. Su futuro progreso material fue en gran medida un resultado de ella, pero al consolidar sus afanes expansionistas se aceleró la lucha que desde años atrás se veía perfilado entre el norte y el sur. Así, a pesar de ser los victoriosos, se encontraron profundamente divididos y fueron víctimas de una guerra muy sangrienta.
El nacionalismo mexicano tendría su prueba de fuego exitosa durante la Intervención Francesa de 1862 a 1867.
En 1862 el Presidente Benito Juárez se vio obligado a ordenar una moratoria de dos años, en el pago de la deuda con España, Francia e Inglaterra; sus flotas de guerra ocupan Veracruz, para exigir el pago. Los ingleses y los españoles viendo que Juárez garantizaba que México pagaría tan pronto como fuera posible se marcharon, no así los franceses.
El emperador Napoleón III quería formar un gran imperio que se extendiera por América, de tal forma que los franceses avanzaron hacia la Ciudad de México con un ejército numeroso y bien disciplinado, al que se sumaron las tropas conservadoras mexicanas.
El 5 de mayo de 1862 el general francés Conde de Lorencez atacó la Ciudad de Puebla, que defendía el general Ignacio Zaragoza. Los franceses atacaron con fuerza, pero tres veces los mexicanos resistieron el ataque y finalmente vencieron a los invasores.
En marzo del año siguiente, el ejército francés reforzado, volvió a atacar Puebla. Las tropas mexicanas estaban ahora dirigidas por Jesús González Ortega, pues Zaragoza había muerto. Los franceses entraron a Puebla el 19 de mayo, en medio de la alegría de los conservadores. En junio tomaron la Ciudad de México y el presidente Juárez se retiró a San Luís Potosí, hasta instalarse en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez).
Los conservadores mexicanos consiguieron imponer como gobernante de México a un príncipe europeo, el escogido fue el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, quien creyó a los conservadores, que lo convencieron de que sería bien recibido, y aceptó la corona. Llegó a México en 1864, con su esposa, la princesa belga Carlota Amalia; su gobierno duraría tres años.
Porfirio Díaz tomó Puebla, Ramón Corona y Mariano Escobedo sitiaron a Maximiliano en Querétaro. El emperador se rindió y en junio de 1867 fue fusilado junto con sus generales mexicanos, Tomás Mejía y Miguel Miramón.
1 comentario:
hace falta los kmts que perdio cada uno de los terrritorios
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