sábado, 6 de febrero de 2016

TRAZOS AUTOBIOGRÁFICOS 12 1955


Cuando tenía nueve años y cursaba el cuarto año de primaria, uno de mis paseos favoritos era ir a la "Casa de Diego Rivera", sin tener idea de la magnitud del personaje que vi, sin reconocer,  alguien me dijo que esa persona rechoncha que recorría su extenso terreno pedregoso, era el famoso muralista.
Al centro de la foto, las maestras Lupe y Elvira Jasso Arciniega.
Acompañado de Mario, mi tercer hermano.
En noviembre, para celebrar el día de muertos, junto con los niños del pueblo recolectábamos chilacayotes, le hacíamos  una oquedad en la parte posterior, vacíabamos la calabaza y le poníamos una vela; por las noches no había un  sitio en el que no hubiera un año pidiendo su "calaverita"
Esta era mi familia, de izquierda a derecha Rudy, Papá Mario, Mamá Tete, Armando, Mario y Yo. Estábamos al pie de un árbol de zapote blanco.

Sentados en una gran roca de la casa, Papá Mario con su hermana Tete, mis primos Pepe Luis y Lalito y los cuatro hermanos Jaime Alarid. 

Deportivamente participo en el equipo de fútbol de San Pablo Tepetlapa, con mi uniforme verde y blanco no destaco pero me divierto.
Me inicio como fanático del fútbol americano, de los pumas de la UNAM y asisto con fervor a los clásicos Poli-Universidad para entonar cánticosy la infaltable "goya", grito de guerra de los pumas de de la Universidad; nunca en la vida los jugadores amateur de esa categoría tuvieron tanto prestigio, en los períodicos se publicaban entrevistas y cada muchacho era un verdadero héroe.

Al concluir el año, sin explicación previa me compran mi primer traje de casimir, de color gris Oxford y en un auditorio de la calle Alfonso Caso, recibo la medalla de aplicación que me transformó en "medallita" según me decía la maestra Elvira.

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