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Internan a mi prima hermana Lulú en el Hospital de Nutrición, desafortunadamente fallece y como consecuencia hay en el seno de su familia trastornos severos en la dinámica que me alcanzan a mí que era tan íntimo a ellos, transitando aceleradamente hacia un cambio de rumbo, independiente del seno familiar.
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A los 18 años de edad llevo a cabo el Servicio Militar Nacional obligatorio, nos juramentan en un desfile al centro de la Ciudad de México con saludo al presidente en el Zócalo; con grado de sargento segundo de sanidad militar me otorgan mi cartilla militar liberada. Un compañero conscripto al terminar el ejercicio del domingo me sonsacaba a “echar tipo a Coyoacán”.
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Cuando cursaba el segundo año de medicina, un maestro de Fisiología nos decía: “Una buena noticia muchachos, están regalando tierras en Sinaloa, dejen la carrera y beneficien al país”.
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Según la lotería gané la rifa de un carro con el número 368, pero no me lo dieron por no haber pagado el boleto por haberme ido a pasar las fiestas patrias al muy agradable pueblo de Villa Juárez, Puebla. Yo era muy melancólico, acudía regularmente a la biblioteca de CU, gustaba visitar el Jardín Botánico y hacía poesía, algún amigo me decía “el poeta con nombre de chofer”. |
Chelino y yo abordamos el autobús verde que iba al pueblo del Ajusco, caminamos por sus brechas y sus senderos; unos campesinos nos dijeron esgrimiendo sendas jícaras: “como dijo Benito Juárez en sus leyes, pulque para los borrachos y agua para los bueyes”
La noche anterior a mi examen de Farmacología fui con mis primos Becerril al cine Manacar a ver Taras Bulba, unos compañeros juraron hacerme un monumento si pasaba el examen, de monumento nada, pero si aprobé.
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