jueves, 27 de enero de 2011

CONSEJOS DE ESCULAPIO, Lectura obligada de todo aspirante a Médico


¿Quieres ser Médico hijo mío? Aspiración es ésta de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia, deseas que los hombres te tengan por un dios que alivia sus males y ahuyenta de ellos el espanto.


¿Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a la vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los importunos, tu puerta quedará siempre abierta a todos, a toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás horas que dedicar a tu familia a la amistad o al estudio, ya no te pertenecerás.


Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en caso de urgencia; pero los ricos te tratarán como a esclavo encargado de remediar sus excesos; sea porque están acatarrado, harán que te despierten a toda prisa tan pronto como sientan la menor inquietud, pues estiman en muchísimo su persona. Habrás de mostrar interés por los detalles más vulgares de su existencia, decidir si han de comer ternera o carnero, si han de andar de tal o cual modo cuando se pasean. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni estar enfermo, tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto como te llame tu amo.


Eras severo en la elección de tus amigos, buscabas la sociedad de los hombres de talento, de artistas de almas delicadas; en adelante no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado; prolongarás vidas nefastas y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo.


Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación, ten presente que te juzgarán no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela. Los habrá que desconfiarán de ti si no gastas barba, otros si no vienes de Asia, otros si crees en los dioses, otros si no crees en ellos.


Te gusta la sencillez; habrás de adoptar la actitud de un Augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo, no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia, tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicarte un cólico; ociosos te consultarán por el solo placer de charlar. Serás el vertedero de sus disgustos, de sus nimias vanidades.


Sientes pasión por la verdad; ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal; a otros su insignificancia, pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir el parecer burlado, ignorante, cómplice.


Aunque la medicina es una ciencia obscura, a quien los esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder todo crédito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo irá a charlatanes que venden la mentira que necesita.


No cuentes con agradecimiento; cuando el enfermo sana, la curación es debida a su robustez; si muere, tú eres el que lo ha matado. Mientras está en peligro te trata como a un dios, te suplica, te promete, te colma de halagos; no bien esta en convalecencia, ya le estorbas, y cuando se trata de pagar los cuidados que le has prodigado, se enfada y te denigra.


Cuantos más egoístas son los hombres más solicitud exigen de parte del médico. Cuanto mas codiciosos ellos, mas desinteresado ha de ser él, y los mismos que se burlan de los dioses le confieren sacerdocio para interesarlo al culto de su sacra persona. La ciudad confía en él para que remedie los daños que ella causa.


No cuentes con que ese oficio tan penoso te haga rico; te lo he dicho: es un sacerdocio y no sería decente que produjera ganancias como las que obtiene el aceitero o el que vende lana.


Te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana, todos tus sentidos serán maltratados, habrás de pegar tu oído contra el olor de los pechos sudorosos, respirar el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas, palpar tumores, curar llagas verdes de pus, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios. Cuántas veces un día hermoso al salir del teatro de una pieza de Sófocles, te llamarán para un hombre que molestado por los dolores de vientre, pondrá ante tus ojos un bacín nauseabundo, diciendo satisfecho ¡’Gracias a que he tenido la precaución de no tirarlo’! Recuerda entonces que habrá de parecer que te interesa mucho aquella deyección.


Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti, las verás por las mañanas desgreñadas, desencajadas, desprovistas de sus bellos colores y olvidando sobre los muebles parte de sus atractivos. Cesarán de ser diosas para convertirse en pobres seres afligidos de miseria sin gracia, sentirás por ellas mas compasión que deseos ¡Cuántas veces te asustarás al ver un cocodrilo adormecido en el fondo de la fuente de los placeres!


Tu vida transcurrirá como a la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes: la raza humana en un Prometeo desgarrado por buitres.


Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo, ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos, que se hacen sorda guerra por interés o por orgullo. Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas.


Piensa mientras estás a tiempo, pero si, indiferente a la fortuna, a los placeres de la juventud; si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma lo bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido, sin ilusiones, si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muertes; si ansías conocer al hombre; penetrar todo lo trágico de su destino.


¡Hazte Médico hijo mío!

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